Que vuelva Sadam
Irak se va al diablo y donde antes mandaba Sadam ahora domina Satán. Lucifer rige aquel mundo loco, Luzbel está a su lado, el Demonio también se une al grupo porque allí hay un infierno muy grande, y hasta Belcebú, que siempre fue el Maligno más benigno, por aquello de su nombre de cuento, ha regresado a sus orígenes de terrible ángel de las tinieblas. Impera el diablo en Irak, el odio que todo lo puede, y cada minuto hay un crimen, cada hora un coche bomba, cada mañana un camión, y al llegar la noche Satanás, gozoso, hace el arqueo de los cadáveres de niños y mayores, de clérigos y laicos, de civiles y militares, y entre estos últimos también de los cerca de mil soldados norteamericanos fenecidos y sin contar los que han vuelto locos a su patria, guiñapos de llantos y depresiones, tramando suicidios o más comúnmente matanzas colectivas de adolescentes que van al colegio, de transeúntes pacíficos, de cónyuges sacrificados. En Irak manda el diablo y el asunto no tiene solución. Estados Unidos cometió el error más garrafal de los últimos treinta años de su historia (es inconcebible que el recuerdo de Vietnam no fuera ya nada en la ciudadanía) y ahora Bush, ido y perdido, sólo quiere huir de Mesopotamia como sea, tener a todos sus soldados, locos o cuerdos, en USA para el verano electoral, y como no se puede ir tan a la desesperada, trata de salvar los muebles insalvables y ya cuentan que en su extravío está pensando en reponer a Sadam en el poder, con menos prerrogativas claro, y tal vez auxiliado por un dirigente occidental, cargo para el que suena el ministro Trillo, que así dejará de ser un problema para Rajoy si tiene que formar gobierno, y a trabajar los dos mano a mano, con otras gentes nuevas, entre ellas un enviado de Blair, y ver de poner algo de orden en el país destrozado, y que funcionen escuelas y gasolineras, hospitales y aeropuertos, y que los kurdos sigan con su autonomía étnica, y que los chiítas no se desmadren con su extremismo religioso, y que los suníes dejen de matar; esas cosas, en fin, que sólo Sadam, el asesino, parece en condiciones de lograr.
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