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Reportaje:

El 'hip-hop' toma la plaza del Callao

Unas 6.000 personas se concentraron en el centro de la capital para un concierto convocado por Radio 3

Durante el primer domingo de cada mes, la Gran Vía madrileña no sólo atraerá a peatones y compradores. El equipo del actual alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, ha descubierto un improbable nuevo espacio para la música en directo: la plaza del Callao, en el umbral de la principal zona comercial del país. Menos es nada, considerando que el renovado Rockódromo parece haber quedado - ¡vaya sarcasmo!- al servicio de eventos deportivos.

Las autoridades municipales han llegado a un acuerdo con Radio 3: la emisora alternativa de Radio Nacional de España cumple en 2004 los 25 años de provechosa existencia y, entre otras actividades, se ha comprometido a que algunos de sus programas se realicen cara al público desde tan céntrico lugar, con actuaciones en directo.

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Ayer se inició la experiencia con El rimadero, el muy influyente espacio de hip-hop de Radio 3, que ya tiene callo en lo de salir a la calle: el pasado 17 de mayo, dentro de las fiestas de San Isidro, celebró su quinto aniversario en la plaza Mayor; un multitudinario concierto que, en un incidente que parecía anticipo de una película de Luis García Berlanga, tuvo que interrumpirse mientras se desarrollaba una boda en unas cercanas dependencias del Ayuntamiento.

Para esta ocasión, El rimadero montó lo que su director-locutor, Jotamayúscula, denominó "la fiesta del fin del mundo". Estaba justificada la hipérbole: el cartel reunía a buena parte de los más celebrados raperos españoles, a los que se unieron vocalistas de R & B -incluyendo a Aqueel, un californiano afincado en España- y recreadores locales de esa especialidad jamaicana que es el dancehall, también conocido como ragga. Tan apetitoso cartel tuvo eco: a pesar de un cielo plomizo, que amenazaba lluvia, el evento atrajo a una multitud que algún experto uniformado estimaba en 6.000 personas. Se repartían convocatorias y anuncios de nuevos lanzamientos discográficos mientras se celebraban los reencuentros con viejos amigos. Desde las nueve de la mañana ya estaban los más fieles ocupando posiciones.

No se materializaron los problemas de orden público que auguraban los agoreros y los ignorantes: los seguidores del rap -la peña, en su jerga- están siempre encantados ante la posibilidad de escuchar gratis a sus rimadores favoritos. Lo indispensable era conseguir autógrafos y perpetuar la ocasión en fotos y vídeos. Se trata de un público tierno, donde abunda el acné, aunque se refuerza con conversos maduritos -desde rockeros reciclados a militantes antiglo-balización- y con los hijos de inmigrantes de todos los colores: ésta es una música que facilita la integración y que no puede entender el racismo o la xenofobia.

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La peña del rap se halla en un momento crucial: está dejando de ser periférica secta suburbial para convertirse en movimiento interclasista, como testimonian los recientes discos de oro (ventas superiores a los 50.000 ejemplares) conquistados por dos artistas sevillanos, La Mala Rodríguez y Júnior Mínguez. Atención: las condiciones para militar en el hip-hop son estrictas y no se extiende el certificado de autenticidad así como así; el núcleo duro considera que Júnior, cuyo éxito deriva de una serie televisiva y que combina rapeo con coreografías, es un oportunista y, por tanto, nunca ha sido invitado a las cumbres organizadas por el El rimadero. Más allá de las anécdotas, el siguiente reto consiste en reconciliar la ética underground con la realidad de convertirse en fenómeno comercial.

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