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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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Un largo adiós

El varapalo de la Junta Electoral al exultante ministerio de propaganda que ostenta Zaplana deja sin explicar cómo es posible que el Gobierno autorice al de Cartagena esa ordalía de autopromoción personal

Escenarios

Es grotesca la ceremonia de los adioses que escenifica Aznar en los escenarios más diversos. Lagrimitas de emoción ante su auditorio vasco, prepotencia del insolente que en el fondo se cree ninguneado en Madrid, sumisión al Emperador de Estados Unidos con algunas tomas de la Sala Oval incluidas. Este hombre está resuelto a dejar memoria amarga de sí mismo, aunque justo es sugerir que por talante y prestancia (ausencia de) se parece más al Don Mendo de Muñoz Seca y sus chuscas venganzas que al Tenorio de Zorrilla. La mirada huidiza -aun cuando alardea de mirar de frente-, una severidad impostada y multitud de risotadas a destiempo son las características icónicas de un estadista de rebote que en su afán por pasar a la historia como el liquidador de ETA quedará en la prehistoria de su tenaz incomprensión de los problemas de España. Y de su manipulación.

Recordar es ofender

Cuando Jiménez Losantos era un joven prometedor jaleado por su amigo Alberto Cardín en las páginas de la revista compartida Diwan, escribió una cosa que se llamaba Lo que queda de España, alegato presuntamente azañista que terminaba diciendo que lo que queda de esa entelequia es lo que se va haciendo con ella. Era un refrito sin más interés que los rescoldos orteguianos, para quienes gusten de las antigüedades. Muchos años antes, Laín Entralgo -excelente historiador de la Medicina y ejemplo de articulista paliza- había escrito España como problema, un tocho interesante y antifranquista que recibió la respuesta inmediata del Opus Dei, de la mano de Calvo Serer, en un panfleto llamado España sin problemas. El tiempo es cruel con quienes desdeñan los productos que genera. Y ahora hasta Francisco Umbral, bajo el disfraz de un Cela imposible, está más cerca de Calvo Serer que de los interminables rigores de invierno reiterado de la prosa de Laín.

Retorno al pasado

Qué años aquellos en los que el gobierno de la nación más poderosa de la Tierra delegaba en la CIA y otras agencias todavía más secretas el acoso y derribo de los regímenes políticos contrarios a sus intereses. Por no ir más hacia atrás, desde la intervención contra Jacobo Arbenz en la Guatemala de 1954, que desde entonces no ha levantado cabeza, hasta la masacre chilena, pasando por los mil intentos -a cada cual más estrafalario- de asesinar a Fidel, el gobierno de turno que daba el visto bueno para ésas y otras operaciones con resultado de muerte se hacía el loco y aseguraba ante el mundo su desconocimiento sobre sucesos tan remotos. ¿Qué ha cambiado ahora? Que la persuasión oculta se solapa con el orgullo declarado en la comisión de toda clase de fechorías, ya se trate de Afganistán, de Irak, o de obsequiar a Castro con una loción de afeitar corrosiva.

Urbanidad

Un anciano de mediana edad compra un cupón de la Once en una de esas ecológicas casetas verdes justo en el momento en que pasa por allí uno de esos jóvenes de cuero con mucha ferretería de cintura y le suelta a gritos que la ilusión de todos los días no es más que una engañifa. El anciano se lo mira, más sorprendido por su aspecto que por su observación, y, por si acaso, se lleva la mano a la cartera para prevenir el tirón que sin duda teme. Sin fundamento, porque el joven es un okupa honrado que ha elegido como misión (detalles de vestimenta aparte) despertar la conciencia de los ciudadanos vulnerables a las trampas del consumismo. Unos pasos más allá, justo ante las puertas automáticas del súper, el anciano se topa con el joven, acuclillado ante el vaso de plástico en espera de algunas monedas, y deja caer allí el cupón, que el joven se apresura a esconder en la caña de sus gastadas botas de cuero negro. Y silba algo de Sabina.

Martirios provocativos

En realidad, para acabar por el principio, José María Aznar empezó a largarse hace ya mucho tiempo, antes de casar a su hija en las proximidades del Valle de los Caídos y, lo que es peor, antes de prometerla con Alejandro Agag. Desde entonces, todo son residuos de una cutre propensión a declarar una nueva Guerra de Independencia que empieza por desdeñar el proceso de construcción del espacio europeo para sumarse como figurante con frase al poderío que todavía manda en la realidad de a diario de este mundo. Los franceses son una pandilla de afrancesados y los alemanes son unos cientos de miles de turistas veraniegos que depredan el litoral mediterráneo. ¿La pulsión imperial? Esta vez, España descubriría América de nuevo, desdeñando el Sur en favor del Norte. Un Pinzón obediente a ese Cristóforo Colombo de animada película animal que es George Bush bis. Y allá, a su frente, Estambul.

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