Beneficios imaginarios, perjuicios reales
Desde hace varios años algunos políticos y periodistas vienen repitiendo que convendría desbloquear las listas electorales. El voto de preferencia, se aduce, conseguiría que se ampliase la participación política de los ciudadanos, acercaría a los políticos al pueblo, obligaría a los partidos a elegir a personas atractivas para los electores, permitiría además limitar las tendencias oligárquicas en los partidos políticos. Estos argumentos largamente repetidos han convencido a los responsables de programa del partido socialista, quienes han anunciado que asumen esta reforma como una de las propuestas estrella del programa electoral del PSOE para las elecciones de primavera de 2004. Sin embargo, el desbloqueo de las listas conllevaría importantes consecuencias negativas, mientras que todos esos efectos beneficiosos son imaginarios.
El desbloqueo de las listas traería importantes consecuencias negativas
La propuesta de desbloquear las listas parte de un supuesto implícito de déficit democrático por escasa participación de los votantes en las decisiones y un exceso de control de los partidos. ¿Se incrementaría la participación de los ciudadanos? La respuesta a esta primera pregunta es no. Los ciudadanos ya tienen la opción de seleccionar libremente entre candidatos incluso de diferentes partidos políticos para el Senado. Este hecho no ha tenido un efecto significativo en los niveles de participación política, ni ha supuesto una mayor legitimidad del Senado frente a la Cámara de los Diputados a causa de permitir esta opción supuestamente más democrática. No se ha apreciado tampoco que los senadores sean más atractivos que los diputados, o que muestren una mayor cercanía a los ciudadanos que les han elegido.
¿Se conseguiría limitar el poder de los partidos sobre el sistema de reclutamiento? La respuesta es, asimismo, no. Hoy en día la comunicación política entre ciudadanos y partidos se hace principalmente a través de los medios de comunicación, sobre todo a través de la televisión. Se requieren grandes recursos y también un buen conocimiento de cómo acceder a los medios de comunicación para conseguir que un candidato o programa se conviertan en familiares para los ciudadanos. El hecho de desbloquear las listas requeriría que todos y cada uno de los candidatos de la lista tuvieran que conseguir ser conocidos por los votantes. Obviamente, los candidatos apoyados por la dirección del partido contarían con los abundantes recursos de sus respectivos partidos, procedentes de la financiación pública y las donaciones privadas. Los candidatos disidentes o independientes tendrían, por tanto, que competir en condiciones desventajosas con esas estructuras, así como con sus recursos financieros y humanos, no sólo a la hora de ser incluidos en las listas, sino también a la hora de ser votados por los ciudadanos. El resultado previsible sería que algunos de éstos tendrían finalmente que pactar con los responsables de sus partidos para asegurarse la cobertura mediática. Tal y como sucede hoy en día.
Quienes no pactasen con la dirección, no contarían con el apoyo de las respectivas campañas de sus partidos. Los aspirantes a diputados y diputadas sin recursos independientes de campaña deberían resignarse a competir en inferioridad y por tanto arriesgarse a no ser elegidos, o recurrir a fuentes de financiación independientes. Los informes del Tribunal de Cuentas han reflejado en repetidas ocasiones la situación de endeudamiento crónica de los dos principales partidos. No parece tener sentido aprobar una reforma que tienda precisamente a aumentar los gastos electorales y a proporcionar incentivos a los candidatos para endeudarse con actores económicos que no estamos seguros de qué van a pedir a cambio cuando ese candidato gane su elección. La preocupación por los gastos electorales y por la corrupción política hace imprescindible que no se desbloqueen las listas electorales.
Quienes estén además interesados en preservar la representación de minorías en política, también deberán rechazar esta propuesta, que se ha presentado equivocadamente como más "democrática". Es paradójico que junto con la reforma de desbloquear las listas, el PSOE defienda la representación de sexos en una proporción de al menos un cuarenta por ciento por ley. Esta reforma se quedaría en papel mojado si se aprobase el desbloqueo de las listas. Lo mismo podría ocurrir con cualquier otro grupo minoritario, independientemente de los acuerdos alcanzados para preservar la representación de las corrientes internas, de partidos coaligados o de un grupo social.
En cuanto a la vida interna de los partidos, si se desbloqueasen las listas se podría incentivar una mayor formación de facciones, que competirían por ganar la atención de los medios de comunicación, haciendo así más difícil la coordinación interna de esos grupos. Esta reforma sumiría a las organizaciones de los partidos en constantes competiciones, que fácilmente se traducirían en luchas internas y que dificultaría también la disciplina de los cargos una vez electos. Es necesario recordar que a principios de los años noventa en Italia los ciudadanos, hartos de corrupción política, divisiones internas e inestabilidad política, votaron mayoritariamente a favor de abolir el voto de preferencia, abriendo el camino para las reformas políticas que han permitido que en este país haya una mayor estabilidad y alternancia políticas. Los efectos negativos se han hecho evidentes en otros países hasta el punto de ganar el rechazo ciudadano. Sus efectos positivos son en la mayoría de los casos imaginarios. Por el bienestar de la democracia española, no se deben desbloquear las listas electorales.
Pilar Gangas es profesora de Ciencia Política de la Universidad de Salamanca.
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