El Madrid vence a latigazos
Los blancos se imponen al DKV Joventut en un partido nervioso y jugado a ráfagas
El Madrid ganó. En el último instante. Pero ganó. El Madrid mejora, desde luego. Pero sólo en ataque. Defendiendo, se esfuerza. Pero no sabe. Su defensa en zona flota como una sombra permitiendo libertad en el perímetro y enormes huecos vacíos bajo el aro. Sus pívots son incapaces de acorazar el rebote defensivo. En resumen, sus partidos se convierten en una competición de puntería y de ingenio. Choques abiertos en los que el marcador sólo se traba por el nerviosismo o la reiteración en el fallo. El paradigma de ese comportamiento es el letón Kambala. Feroz en el aro ajeno y una masa blanca e inerme en el propio. Efectivo, con un gancho mortal, un juego de piernas veloz y un físico imponente, es un martillo en ataque. Pero un simple mojón en defensa, una mole estática. A lo que hay que añadir la flojera de Fotsis, un habitual a la hora de dimitir en la batalla.
79
82
DKV JOVENTUT
REAL MADRID
DKV Joventut: Marco (4), Vázquez (6), Fernández (18), Arnold (20), Tabak (16); Radulovic (5), Alzamora (3), Digbeu (3) y Dumas (4).
Real Madrid: Bennet (7), Mumbrú (16), Herreros (9), Fotsis (6), Kambala (25); Victoriano (10), Bueno (4), Stojic (5) y Sonseca (0).
Parciales: 19-19, 21-25, 20-16 y 19-22.
Unos 6.000 espectadores en el Olímpico.
El Joventut, más intenso defendiendo, tuvo problemas en ataque. Con la excepción, claro, del fenómeno emergente de Rudy Fernández. El chaval de 18 años avanza en su juego conforme pasan los partidos y se mueve por la cancha como una estrella. Él decide cuándo y cómo se la juega. Y, generalmente, le sale bien. Erigido en sostén del equipo de Badalona fue el único que mantuvo a distancia remontable al Madrid durante los tres primeros cuartos. Junto a Fernández, el trabajo sordo de Tabak. Y, hasta casi el final, sólo de Tabak, porque Arnold, habitualmente efectivo y trabajador, no apareció hasta los últimos minutos, en los que aprovechando la facilidad para el rebote que daban los blancos sacó varias jugadas de provecho bajo el aro: algunas faltas y alguna canasta fácil para acabar como máximo anotador de su equipo.
Los últimos dos cuartos ralentizaron el marcador. Sin que las defensas mejorasen demasiado, los jugadores seleccionaron peor las posiciones de tiro y la perenne tensión entre los duelos de los dos equipos volvió a apoderarse del encuentro. El Joventut, no se sabe la causa, empieza a sentir temblores contra el Madrid conforme pasan los minutos. Las últimas experiencias contra los blancos, con derrotas inesperadas en los instantes finales puede ser la explicación. Y así, en ese estado de aceleración de ambos conjuntos, el juego se convirtió en una sucesión de calambres que finalizaban de cualquier manera. La mayoría de las veces en forma de triple heróico, en el caso del Madrid y de balón interior a Arnold, en el caso del equipo de Badalona.
En esa sucesión de jugadas aceleradas emergió Mumbrú, esta vez más entonado que en otras ocasiones, aunque intermitente. Otra vez el Madrid manejó mejor el ataque cardiaco de un final apretado que el Joventut.
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