El cancionero balsámico de Ruper Ordorika
Hace unas semanas, Ruper Ordorika (Oñati, 1956) volvió a compartir escenario con su amigo el escritor Bernardo Atxaga: "Se celebraba el 25º aniversario de su gran libro Etiopía. Yo compuse mi primer disco a partir de esos poemas, hace 23 años". A finales de los setenta, Ordorika y Atxaga eran estudiantes en Bilbao y compañeros en faenas literarias como la revista Pott; "también estaba Joseba Sarrionandia, que igualmente me ha prestado versos". Pero Ruper tenía el veneno de la música -"en vez de bailar, yo siempre miraba al grupo que tocaba en las fiestas"- y se embarcó en una carrera de cantautor eléctrico. Por cuestión generacional, él prefiere la definición de rockero: "A veces me hacen el chiste de si visto de negro por Johnny Cash. Y no: me marcaron los tipos de Dr. Feelgood, a los que veía tocar a los 17 años todos los jueves en un local de Londres. Era la época de plataformas, lentejuelas y pelos tintados, ¡y ellos salían de negro riguroso! ¿Qué hacía yo allí? Me acerqué para saber algo más de la música que me fascinaba".
Recuerda Ruper que se sintió un bicho raro en sus inicios profesionales, en los ochenta: "Los cantautores vascos usaban otro lenguaje musical. Pasé unos años de una cierta soledad, estaba el llamado 'rock radikal vasco' en todo su esplendor. Aunque no me fue un fenómeno ajeno: la mayor parte de mis colegas en la música de entonces tocaban en grupos en esa onda. Yo mismo produje un disco de los Hertzainak e hice giras con ellos. Aprendí y me divertí mucho, esos grupos aportaron vitaminas a la escena vasca".
El de Ruper es un rock pausado y reflexivo, que analiza la cotidianidad con lenguaje coloquial y profundidad en la mirada: suele decir que le gusta que su música tenga "un componente balsámico, algo terapéutico".
A la vez, se ha dedicado por temporadas al repertorio folclórico, con el grupo Hiru Truku: "Una experiencia fenomenal, que me sirvió para dar salida a toda una serie de canciones populares que había recogido. Yo crecí escuchando blues-rock -mi primer disco fue un elepé de John Lee Hooker-, pero tengo debilidad por la canción tradicional y de raíz. Además, pude tocar con Joseba Tapia y Bixente Martinez y tuvimos aventuras como una gira por Canadá. Es curioso: la decisión de grabar romances tradicionales vascos la tomé estando en el extranjero. A veces, vivir lejos de tu sitio permite verte mejor a ti y a tu mundo".
En su nuevo álbum, Kantuok jartzen ditut (Metak), Ruper vuelve a colaborar con sus notables amigos neoyorquinos: "Son Ben Monder a la guitarra, Kenny Wollesen a la batería y un nuevo bajista, Jonathan Maron. Gente muy cotizada que rebaja su caché para tocar conmigo y pasar unos días en un caserío, entre vacas. Son instrumentistas polivalentes pero siempre están al servicio de la canción. No tienen prejuicios cuando me sale algún tema que a mí me parece demasiado simple. Siempre trato de preservar el aliento inicial lo más posible: evito corregir, arreglar la idea primero. En el estudio, grabamos todos a la vez, buscando un sonido orgánico. Más tarde vienen las colaboraciones, y es cuando llega el trabajo de oficio, las mezclas y los sudores".
Piensa Ruper que el euskera
es un campo abierto, rico en posibilidades por sus características silábicas y sus tendencias elípticas: "El idioma me liga a mis afectos, me centra en el mundo. Es el material que yo moldeo y el que me ayuda a expresarme. Siento que puedo tirar mucho de este hilo, que tengo mucho que decir, que aprender. Sin descartarlo del todo, no me planteo cantar en inglés o en castellano. Siempre he creído que las buenas canciones consiguen comunicar más allá del idioma en el que se cantan. Pienso que eso une a mis maestros: Martin Carthy, Bob Dylan, Mikel Laboa, Georges Brassens, Robert Wyatt".
Las limitaciones del mercado -"hay zonas de España donde jamás he tocado"- no le han impedido desarrollar una obra sólida, una docena de discos en sellos vascos y madrileños: "Creo que eso tiene que ver con mi terquedad y con mi pasión por la música. Ya sé que no soy un artista homologable pero no quiero marginarme. No soy nada táctico, hago lo que puedo, y esto es lo que me ha traído hasta aquí. Desde mis comienzos he tratado de plasmar lo que escucho en mi cabeza: canciones, esa fusión primitiva entre palabra y música. Finalmente, todo es intentar descubrir el sitio donde nacen las buenas canciones".
Ruper Ordorika actúa el día 8 de enero en Madrid (sala Galileo Galilei) y el 16 enero en Mungia (Bizcaya), con Rafa Rueda (Polideportivo).
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