Imparable Duishebaev

Dirigido por Talant Duishebaev, kirguizio nacionalizado español, el Ciudad Real fue un equipo imparable que dominó al Barcelona en los momentos y de la manera que quiso para levantar la Copa Asobal por primera vez en su historia. La final, que enfrentó a dos de las mejores plantillas del balonmano mundial, dejó en la cuneta al cuadro culé. El Barça no pudo con el hándicap del apasionado público local ni con las ausencias de Masip y Skrbic. Expulsado de Europa como está, el pentacampeón del torneo acentuó su depresión de la mano de un entrenador, Valero Rivera, que quizá vivió la tarde más oscura de su carrera.

El conjunto que el Barcelona se encontró enfrente fue el menos indicado para curar las heridas. A la estadística de menos goleado, el Ciudad Real sumó un ataque implacable. De lo primero hablaron los reflejos de Hombrados y la defensa agresiva que practicaron Stefansson, Dinart y Pajovic: en el descanso, el marcador anunciaba un irreparable 17-7 a favor de los locales. De lo segundo se encargó Duishebaev, tan rápido para asociarse como determinado a dañar al contrario con cada una de sus acciones, por pequeña que fuera. El central ve el juego como nadie, decide antes que el resto y es hábil para ejecutar. Ayer hubo instantes en que fue imposible de parar sin incurrir en la falta. En plena efervescencia, lideró a su equipo en una serie de contragolpes que dejaron al Barça fuera de combate en el primer tiempo.

Duishebaev fue el elemento desequilibrante. Pero Zaky, máximo goleador del torneo, Entrerríos, y el dinamismo de Steffanson, resultaron dos compañeros de lujo en su tarea de desarbolar por completo al Barcalona.

Sin Masip, referente moral y conductor por excelencia, el Barcelona tuvo dificultades para responder a los golpes. Sus ataques se difuminaron porque no consiguió llegar con claridad a las posiciones de tiro. De ello dieron fe las pésimas estadísticas de acierto de sus lanzadores, Romero y Fernández, y el excelente trabajo de Hombrados, de nuevo muy lucido en doce paradas que frenaron al Barça cada vez que se asomó a su trinchera.

La mejoría que mostró el Barcelona en la segunda parte se fundó en la mayor solidez de su defensa. La entrada de Barrufet le inyectó confianza y el Ciudad Real fue menos contundente que antes. Pero estos aspectos resultaron meramente anecdóticos a la vista de la primera media hora de juego. El partido ya estaba resuelto.