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El fetichismo de Boris Izaguirre

Enfundado en un elegante traje gris, Boris Izaguirre apareció ayer en Madrid ante los medios de comunicación para dar a conocer su nuevo libro, Fetiche, y puso énfasis en destacar que sus colaboraciones en Crónicas marcianas no empañan su vocación de escritor, más bien al contrario. "Me siento como la mujer pantera, y eso es maravilloso", confesó el antiguo guionista de telenovelas en Venezuela, su país natal, el mismo que abandonó harto de que nadie le prohibiera entrar en las fiestas de la alta sociedad, en las que se colaba siempre, según comentó. Izaguirre explicó que, puestos a reivindicar categorías, reivindica su "condición de extranjero de género", el origen, añadió, de la devoción que siente por personajes "asociales". "Es extraordinario no pertenecer a un dogma y pasar por todos", sentenció. El autor de Hablar de glamour deseó que su nueva obra sea el primer volumen de una colección personal "muy iconográfica", en la línea de Mis inmortales del cine, de Terenci Moix, al que dedica el libro, y añadió que la fortuna se ha aliado con él al "sanear" su cuenta corriente debido a tanta incursión en la televisión. "Esto es fundamental para convivir con mi faceta de escritor, porque me da pánico pensar en la imagen del autor solo en casa, escribiendo, pasando frío y mal alimentado", apostilló. En su último trabajo, el autor de 1965 pasa revista a su más íntima mitomanía y al más privado fetichismo, desde la iniciática pasión por Mark Spitz, pasando por películas como Portero de noche o Ha nacido una estrella, hasta la adoración por Isabel Preysler.

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