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GRANDES TEATROS DE ÓPERA (I)

El acogedor São Carlos de Lisboa

El teatro lisboeta es uno de los más emblemáticos del mundo. A él debemos, en sus 210 años, representaciones como la famosa Traviata de 1958, con María Callas y Alfredo Kraus. La temporada lírica 2004 se anuncia como imprescindible. Babelia empieza con el São Carlos un recorrido por los principales escenarios del bel canto.

En una hipotética clasificación de teatros de ópera con encanto, el São Carlos de Lisboa estaría sin duda en situación de privilegio, compartiendo uno de los lugares de cabeza en una lista de la que tampoco faltarían edificios tan emblemáticos como, por poner un par de ejemplos muy diferentes, La Fenice de Venecia o la Ópera de Manaos en la Amazonia brasileña. El encanto del São Carlos no se limita, en cualquier caso, a su bella fachada neoclásica o a su equilibrada sala principal de dimensiones moderadas con la consiguiente sensación de cercanía. La historia pesa lo suyo y los recuerdos o anécdotas se acumulan desde aquel 30 de junio de 1793 en que levantó el telón (más de medio siglo antes que el Liceo de Barcelona o el Real de Madrid) con La ballerina amante, de Domenico Cimarosa, cogiendo el testigo principal de la tradición operística en la entrañable capital portuguesa.

El teatro lisboeta recuerda, en pequeño, a su homónimo de Nápoles y está también en cierto modo en la línea estética de La Scala de Milán. El modelo italianizante también repercutió en la elección del repertorio. Un compositor como Rossini estrenó una de sus óperas -Adina o el califa de Bagdad- en el coliseo portugués, siendo el primer encargo que recibió fuera de Italia. En el terreno vocal, el São Carlos acogió el debú fuera de Italia de Renata Tebaldi como Doña Elvira o de Franco Corelli, propició la presencia de Magda Olivero en el estreno de la ópera portuguesa Penélope, de João de Sousa Carvalho, o brindó la oportunidad de la recordada Traviata de 1958 con María Callas y un entonces jovencísimo Alfredo Kraus.

"La música arrulla", decía Fernando Pessoa, y sus ecos se extendieron con frecuencia desde Portugal hasta el Nuevo Mundo. Sirva como muestra el caso de la aclamada soprano del São Carlos Regina Pacini, que llegó a casarse con Marcelo T. de Alvear, presidente de Argentina desde 1922 a 1928. Ante el inevitable abandono por razones obvias de los escenarios, la soprano portuguesa no perdió el contacto con la lírica y fundó allende los mares una casa del teatro para artistas sin medios, al estilo de la de Verdi en Milán.

La revolución de los clave-

les en 1974 trajo aires frescos al teatro que, de alguna manera, todavía se mantienen. Fue a partir de entonces cuando el repertorio se abrió a títulos de Henze, Bartók, Janácek o Penderecki, por ejemplo, o, si se quiere, se sustituyó la primacía absoluta de los cantantes por criterios más en sintonía con una visión de la ópera como espectáculo integral. El actual director artístico del teatro, el italiano procedente de Venecia Paolo Pinamonti, ha planteado como uno de los platos fuertes de la próxima temporada un proyecto alrededor de Morton Feldman y para 2005 tiene previsto el estreno de una ópera del extraordinario compositor portugués Emanuel Nunes. Los tiempos cambian sin solución de retorno, en efecto, pero estas posturas de modernidad no han impedido esfuerzos más eclécticos y atemporales en los últimos años como la recuperación de una ópera de Chaikovski prácticamente desconocida -La hechicera- o la revisión de algún trabajo escénico del fallecido Herbert Wernicke sobre Manuel de Falla. El São Carlos es un teatro vivo y eso se nota. En términos de ocupación se mueve en torno al 85%, lo que le da un margen de dinamismo y estabilidad.

La temporada lírica 2004 se extiende de enero a junio. La sala principal está hasta entonces en proceso de restauración y acondicionamiento técnico, aunque se sigue utilizando para algunas actividades el Salão Nobre, una de las zonas más elegantes del teatro, que en su día se construyó como lugar de oratorios, pues la tradición impedía todo tipo de óperas durante las seis semanas de penitencia anteriores a la Pascua. La orquesta y el coro del teatro São Carlos actúan durante las tres próximas semanas en el espacio Culturgest, donde, a modo de aperitivo de la temporada, se va a desarrollar los viernes y sábados un programa alrededor de la recepción de Tristán e Isolda, de Wagner, en la cultura musical. Cada semana se interpreta un acto de la gran ópera wagneriana precedido bien por músicas de Duparc y Debussy (días 28 y 29 de noviembre), Schönberg (días 5 y 6 de diciembre) o Messiaen y Chausson (días 12 y 13 de diciembre). La dirección musical corre a cargo de Zoltán Peskó y los papeles principales serán desempeñados por Robert Gambill y, atención, Elisabete Matos.

La temporada propiamente

dicha empieza el 22 de enero con Turandot, de Puccini, en una producción de la Royal Opera House Covent Garden de Londres, dirigida por Andrei Serban. En el papel que da título a la obra figura Alexandra Marc y en la dirección musical Zoltán Peskó. El siguiente título -Werther, de Massenet- cuenta con Giuseppe Sabatini y Monica Bacelli, en un nuevo montaje escénico encargado a Graham Vick. A continuación viene uno de los programas estelares de la temporada, la combinación de dos óperas de un solo acto: The Miserly Knight, de Rachmaninov, a partir de un texto de Puchkin, y Una tragedia florentina, de Zemlinsky, sobre el texto de Oscar Wilde. El escocés Paul Curran y Jonathan Webb se encargan, respectivamente, de las direcciones teatral y musical de esta curiosa y cosmopolita mezcla de climas culturales. Las representaciones oscilan entre el 29 de marzo y el 4 de abril.

Con los claveles de abril lle-

ga el proyecto Morton Feldman, cuyo eje central es su única ópera -Neither-, sobre un texto escrito expresamente por Samuel Beckett, y representada por primera vez en Roma en 1977, diez años antes del fallecimiento del compositor norteamericano, con una escenografía de Robert Wilson. En Lisboa será el artista plástico David de Almeida quien diseñe una especial instalación visual para el acontecimiento, correspondiendo la dirección musical a Emilio Pomarico. Antes de cada una de las funciones se han programado conciertos con otras obras de Morton Feldman, bien de carácter monográfico, bien en combinación con piezas de compositores más o menos afines como Conlon Nancarrow, bien con un par de cantatas de Bach precediendo su emblemática Rothko Chapel para viola, percusión, celesta, solistas y coro.

La temporada del São Carlos finaliza con títulos de Rossini y Verdi -El turco en Italia y Stiffelio- en montajes procedentes de Pésaro y Trieste. Un final convencional ma non troppo que redondea una estación lírica modesta de medios económicos pero atractiva de ideas.

Vista desde un palco del escenario y patio de butacas del Teatro Nacional São Carlos de Lisboa.
Vista desde un palco del escenario y patio de butacas del Teatro Nacional São Carlos de Lisboa.ARTUR OLIVEIRA

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