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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Buenos augurios

Acostumbrados a la resistencia a la baja de la tasa de inflación española, el descenso del IPC correspondiente al mes pasado es una buena noticia. El aumento mensual en siete décimas ha situado la tasa interanual en el 2,6%, tres décimas por debajo de la septiembre. Es el mejor registro de los últimos cuatro años, conseguido por la favorable evolución mensual de los precios de las manufacturas y de los bienes energéticos. El aumento del 2,2% en las manufacturas se ha situado en línea con la media de los últimos años en octubre (muy estable en torno al 2,1%), por lo que la explicación estaría justificada por la elevación relativamente intensa del mismo mes del pasado año, que fue del 2,9%. La apreciación del euro frente al dólar, moneda en la que se denomina el barril de crudo, ha contribuido a que el precio de la energía descienda también de forma significativa con relación al mismo mes del año anterior.

Los precios de los servicios, sin embargo, han repuntado dos décimas. Lo han hecho de forma especial en turismo y hostelería. Por el contrario, los alimentos frescos han moderado su ritmo de crecimiento sobre la muy escandalosa evolución de meses anteriores. Ojalá sea el resultado de esa atención especial que se supone que va a prestar el Gobierno a un sistema de distribución en el que denunciaba ineficiencias varias.

No existen elementos de juicio suficientes para asumir que el registro de precios en octubre suponga el inicio de una tendencia consistente a la baja de la inflación española. La mayoría de las previsiones indican un repunte en el final de año, hasta dejar el crecimiento medio de los precios en 2003 en torno al 3%, que coexistirá probablemente con una tasa europea de inflación similar a la actual. Si así fuera, la economía española habría saldado el año con nuevas pérdidas de competitividad, evidentes en el abultado desequilibrio exterior. Junto a ello, el diferencial de capitalización que seguimos exhibiendo constituye un mal preámbulo para afrontar esa próxima ampliación de la UE que denunciará carencias irresueltas y oportunidades perdidas.

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