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Columna
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Parto cincomesino

Era inevitable que el parto cincomesino del 26-O -obligada repetición de los comicios madrileños del 25-M por culpa de la desleal fuga de dos diputados incluidos en las listas cerradas y bloqueadas del PSOE- diera a luz una criatura electoral feamente marcada con rasgos teratológicos. A la espera del recuento definitivo, el PP -con el 48,45% de los votos y 57 escaños- invirtió la correlación de fuerzas fijada por la anterior convocatoria y derrotó a la coalición post-electoral formada por PSOE (38,96% y 45 escaños) e IU (8,50% y 9 escaños). Si bien se ha producido un espectacular vuelco cualitativo en términos de poder, los cambios cuantitativos son modestos: aunque los populares recuperan los 30.000 votos que les separaban de PSOE e IU el 25-M y los incrementan en otros 28.000, reciben en total casi 100.000 menos.

Dejando a un lado el pequeño efecto distorsionador de la incorporación al censo de nuevos votantes jóvenes, el significativo incremento de la abstención del 26-O respecto al 25-M (del 30,73% al 35,98%) resultaría casi marginal si se contrastase sólo con el temor de los partidos en vísperas de la consulta a que el descontento de los ciudadanos -forzados a votar de nuevo cinco meses después de la convocatoria anterior- se manifestase en un alejamiento de las urnas. En cualquier caso, la menor participación registrada el 26-O está relacionada con los deslizamientos electorales al alza y a la baja: el PSOE perdió 150.000 votantes, el PP en torno a 100.000, e IU menos de 2.000.

La negativa a participar en debates pre-electorales en televisión -cualesquiera que fuesen los participantes, los temas de la agenda y el formato- no sólo confirmó la fobia del PP a la transparencia informativa sino que perjudicó al PSOE y a IU. Otro factor a tomar en cuenta para explicar los resultados del 26-O es la reacción de los partidos tras la crisis abierta en la Asamblea de Madrid por la deserción de los tránsfugas. La formación menos salpicada por el escándalo ha sido IU, que compensó probablemente sus eventuales fugas de abstencionistas con el trasvase de votos socialistas. La incriminadora relación del diputado Tamayo con el constructor Vázquez y el abogado Verdes (ambos militantes populares), el oscuro papel desempeñado en la historia por Romero de Tejada (secretario general del PP de Madrid) y el cínico boicoteo de la comisión de investigación parlamentaria se hallan seguramente en el origen de los votantes perdidos por el PP.

No deja de ser paradójico que el partido más castigado por el 26-O haya sido precisamente el PSOE, despojado de la Presidencia de la Comunidad conquistada el 25-M por la traición de los tránsfugas y maniatado por el fiscal del Estado en su intentos de probar las vinculaciones del PP con la presunta trama político-inmobiliaria responsable del atropello. La oferta de transporte gratuito para los menores de 21 años y los mayores de 65 años no ha conseguido contrapesar el humillante recuerdo dejado por las comparecencias de Tamayo, Sáez y Balbás ante la comisión parlamentaria. Probablemente los abstencionistas del PSOE se sienten frustrados porque los dirigentes socialistas nunca han asumido las responsabilidades políticas derivadas de haber metido a calzador a los dos corruptos en las listas cerradas y bloqueadas de su candidatura.

Durante la prolongada campaña -casi cinco meses- de las elecciones del 26-O, los dirigentes del PSOE no sólo cometieron el error de asegurar en falso que disponían de pruebas irrebatibles para fundamentar su acusación -por lo demás verosímil de que los tránsfugas habían sido comprados-. También parecieron olvidar que la capital de España no es ya el Madrid de hace un siglo descrito por Pío Baroja en su trilogía La lucha por la vida. La tendencia de Rafael Simancas a presentarse como el representante no sólo político sino también sociológico de los madrileños de más bajas rentas, únicos votantes potenciales del PSOE -una típica idea populista- según ese enfoque reduccionista, quedó robustecida por las despectivas referencias a una izquierda finolis (Alfonso Guerra dixit) tan ridícula en sus escrúpulos morales como prescindible aritméticamente en las urnas: no será fácil, sin embargo, que el PSOE consiga ganar las próximas elecciones si renuncia por anticipado a completar el bloque seguro de sus seguidores incondicionales con el voto de otras capas más templadas de la sociedad orientadas hacia el centro izquierda.

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