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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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Poder valenciano y otros poderes

Bloques y votos

No es por hacer de analista político, a estas alturas, pero si el valencianismo político, tanto de derechas como de ligera izquierda, no consigue jamás superar el listón de porcentaje de votos que le permitiría obtener representación parlamentaria, y al margen de lo pintoresca que pueda resultar la Ley Electoral para sus perjudicados, será porque ese tipo de inquietudes no acaba de prender en una comunidad que vota acaso más atenta a otra clase de problemas. El riesgo es que una aspiración tan noble se pierda en un posibilismo de bisagra susceptible de abrir otras cerraduras. Por lo demás, mientras el empresariado local no incluya en su agenda esa eventualidad como favorable a sus estrategias, va a ser difícil que ese historicismo reciclado juegue en las Cortes su función representativa. Otra cosa es que lo merezca. Afirmativo.

Israel, Israel

Una tal Hanadi Tayseer Jaradat, abogada palestina de 29 años, decide un sábado por la mañana no acudir a su trabajo en Jenin. Se amortaja con un lienzo de dinamita que estalla en Haifa y se lleva por delante a una veintena de israelíes. La respuesta a esa locura es una mayor, como es natural. Ariel Sharon ordena destruir la casa familiar de la que en ese momento cree estar departiendo con el mismísimo Allah y, de paso, bombardea las afueras de Damasco. El terrorismo es internacional, sin duda, como casi todo, incluyendo a un Ariel Sahron y sus numerosos cómplices y a quien sus creencias judías no le otorgan salvoconducto alguno para diseñar masacres de más tecnología que la de gueto de Varsovia. Por suerte, la vieja Europa es algo más sensata. A ningún Angel Acebes ejerciendo de ministro de Interior se le ocurriría bombardear la casa familiar de los asesinos etarras, ni mucho menos arrasar Pau por aquello de liquidar las bases de la banda. Algo es algo.

Traición de traductor

Dejemos de lado las dudosas cualidades poéticas de George Bush y su nostalgia del "bulto" de su esposa en la cama, en todo a la altura de las pretensiones canoras de Berlusconi, sin caer tampoco en la tragedia de suponer que el sombrío Aznar confeccionará un soneto de despedida cuando llegue su momento. Parece que los servicios de inteligencia son menos listos de lo que se creen, y esta es la hora en la que hay serias sospechas de que buen número de los traductores de árabe que hacen de mediadores en los interrogatorios a los desdichados presos en Guantánamo podrían formar una célula de traductores infieles al servicio de Al Qaeda. ¿A tanto puede llegar la osadía del fantasma de Bin Laden que recorre el mundo? ¿Y si el versito que el Presidente norteamericano ha dedicado a su mujercita fuera la traducción manipulada por un espía traicionero de un sura cifrado del Corán?

América, América

Que América (del Norte) es el país de las oportunidades para todos es algo que nadie pone en duda. Y menos ahora. No sólo uno de los Bush con problemas para descifrar la guía telefónica se ha hecho con la Presidencia de esa gran nación, lo que ya es de por sí bastante estrafalario, sino que además un musculoso austriaco que hace de actor en algunas de las películas más detestables de la historia se alza con el puesto de Gobernador de California, uno de los estados más poderosos de todo el mundo, que ya tuvo que sufrir en su momento el declive de Ronald Reagan como actor y su reconversión subsidiaria como político. Lo peor del asunto no es ya dar en suponer qué diablos pretende un patán como Arnold Schwarzenegger en un puesto público de tanta enjundia, sino que haya sido democráticamente elegido para ejercerlo en uno de los estados más liberales de la enorme nación norteamericana. Será un aviso, a lo mejor. De lo peor.

Fútbol ser fútbol

Es inútil el esfuerzo de Florentino Pérez de confeccionar un equipo futbolero de pasarela cibeles cuando cada uno de los partidos de fútbol es arropado por centenares de miles de espectadores que no están para mucha floritura. Entre los palcos vips de los estadios postineros y la faramalla de las gradas media exactamente la distancia que aleja la realidad del deseo, de modo que el ritual del navajeo es distinto cuando se cierra un negocio con el canapé en la mano izquierda y el scotch en la izquierda, mientras cualquier subvencionado más o menos paranoico de preferencia tira de mechero para tumbar de un solo golpe en la sien al árbitro o de navaja para dejar al aire las tripas de un aficionado rival cuando las cosas van mal para su equipo. O aunque le vayan bien, qué importa. Lo definitivo es que igual se monta la bronca por la derrota injustificada que por la merecida victoria.

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