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Crónica:CIENCIA FICCIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Núcleo: retorno al corazón de la Tierra (I)

UNA SERIE DE INEXPLICABLES fenómenos sacude la Tierra. Humanos que desfallecen, irremisiblemente muertos tras un fallo masivo de sus marcapasos; palomas que pierden su rumbo, al unísono, y se estrellan en su vuelo errante contra edificios; tormentas eléctricas colosales que afectan toda suerte de comunicaciones terrestres; oleadas de radiación solar que fríen literalmente el planeta y amenazan seriamente la vida en la Tierra.

No se trata de armas de destrucción masiva, ni de la enésima invasión extraterrestre. Esta vez, la acción transcurre a 6.400 kilómetros de profundidad, en nuestra cuna, la Tierra, ese pequeño paraíso azul, cuyo núcleo se ha declarado en rebeldía: hastiado de dar vueltas, el corazón de la Tierra ha dejado de girar, lo que origina un súbito deterioro del campo magnético terrestre. Sólo el éxito de una temeraria misión al mismísimo corazón de la Tierra puede poner fin a esta pesadilla, que atenta con diezmar toda la vida del planeta en sólo un año... Por lo menos, eso es lo que plantea el reciente filme El Núcleo (2003), de Jon Amiel, una verdadera perla en lo que se refiere al uso (y abuso) de conocimientos científicos en el cine.

Y se preguntarán: ¿cómo decide encarar dicho entuerto el Gobierno americano? A la brava: detonando un dispositivo nuclear de 200 megatones (dicho sea de paso, mayor que cualquier ingenio nuclear detonado en la Tierra, hasta la fecha) en pleno centro de la Tierra para volver a poner a éste otra vez en movimiento. Para ello, disponen de una revolucionaria nave, la Virgilio, que permite soportar las extremas temperaturas del interior de la Tierra (por lo menos, en el filme).

La nave en cuestión parece rendir un claro homenaje a ese descenso a los infiernos que Dante, acompañado precisamente por el poeta, artista y pensador Virgilio, narrara en su Divina comedia (destaca la reciente edición de dicha obra, profusamente ilustrada por el pintor Miquel Barceló).

Se cree que el núcleo sólido más interno gira algo más deprisa que el núcleo exterior, de naturaleza líquida, un gigantesco océano de hierro y níquel que constituye la fuente del campo magnético terrestre. Las causas precisas de esta disposición se desconocen. Alcanzar el corazón de la Tierra constituye, no en vano, todo un reto. Sólo escritores de la talla de Verne o Burroughs se han aventurado a plasmar arriesgadas cruzadas al centro de la Tierra. Ficción, claro está.

Aunque un reciente artículo, aparecido en las páginas de la revista científica Nature (15 de mayo de 2003), con el sugerente título de "Misión al centro de la Tierra. Una propuesta modesta", plantea una posible incursión al interior del planeta. Su autor, David J. Stevenson, del Caltech (California Institute of Technology), en Pasadena, admite haberse inspirado en el filme para plasmar sus ideas en un artículo (www.gps.caltech.edu/faculty/stevenson/coremission).

Stevenson imagina que una explosión de unos 7 megatones de TNT (nuclear o no) podría abrir una grieta de suficiente tamaño en la litosfera terrestre, de unos 300 metros de longitud. La explosión, según Stevenson, se asemejaría a un terremoto de intensidad 7 en la escala Richter. Una vez abierta la grieta, se arrojarían a su interior unas 100.000 toneladas de hierro fundido, junto con una sonda (del tamaño de un pomelo) convenientemente protegida.

En estas condiciones, la mayor densidad del hierro frente a los materiales que componen el interior del planeta permitiría el avance de la grieta (y la sonda), en un vertiginoso descenso, por acción de la gravedad, a una velocidad de unos 5 metros por segundo.

La misión duraría alrededor de una semana y permitiría realizar medidas in situ de la temperatura, composición y conductividad eléctrica (entre otras propiedades) del interior de la Tierra. Conforme la sonda avanzara hacia el centro, las elevadas presiones se encargarían de cerrar la cavidad dejada atrás, en una especie de cirugía geológica. Sin embargo, las críticas no han tardado en alzarse. En particular, Allan Rubin, de la Princeton University, en New Jersey, cuestiona si el manto inferior terrestre podría fracturarse de esta forma, para dar paso a la sonda.

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