Política de ocurrencias
De momento, ya tenemos un salario joven, una cátedra del agua, un PHN alternativo, la ley de los abuelos, una hipoteca joven, alquileres públicos de casas privadas y algunas cosillas más sobre el futuro de nuestro bienestar social, que nos hacen pensar que la cosa ya está en marcha. Por alguna extraña razón, casi nadie cree que sirva para algo.
A medida que leemos la información política actual, aumenta la sensación de que la gestión pública se ejerce por medio de titulares de prensa. La primera impresión es que los políticos buscan desesperadamente alguna ocurrencia que llame la atención sobre su labor, al margen de que sirva realmente para solucionar o, al menos, para orientar los problemas que tenemos. Sin embargo, mientras que los titulares de la prensa son para analizar el día a día, las políticas deberían ser más duraderas y producir más confianza entre todos nosotros.
Por supuesto que estamos de acuerdo en que el agua tiene un significado especial y constituye una preocupación característica de esta tierra. Pero anunciar la creación de una cátedra del agua, por muy interuniversitaria e interdisciplinar que sea, no deja de ser una ocurrencia llamativa que no consigue tranquilizarnos en absoluto sobre nuestro futuro. Por no mencionar una vez más el PHN, ya sea continuista o alternativo, que se convierte por momentos en un titular vacío de contenido en lugar de estar lleno de agua.
Mientras el Centro Reina Sofía desvela, con mucho acierto y oportunidad, que la violencia contra los ancianos surge del entorno familiar y, en una gran parte, de los propios hijos, los políticos hablan de una ley de los abuelos que les obliga a visitar a sus nietos en determinadas circunstancias. Una magnífica ocurrencia que convierte el papel de abuelo en una profesión de alto riesgo, porque ya no les basta con resistir al hijo sino que tienen que enfrentarse también al nieto.
Muchas ocurrencias también en educación, abarrotadas de nuevas leyes y muchas siglas incomprensibles. Si consigues sobrevivir a todas ellas y logras matricular al niño en el colegio, cruzando los dedos para que haya suerte, una OPA hostil te desbarata todos los planes. Pensabas, como acaba de ocurrir en Madrid, que era un colegio independiente y liberal, pero de pronto pertenece a los Legionarios de Cristo y pretende separar a los niños de las niñas, a estas alturas de la película. Ahora, matricular a un hijo es como jugar a la bolsa.
Preocupa mucho la desconfianza de la gente hacia los políticos, según dicen, por la mala imagen que tienen. Es posible, pero empiezo a sospechar que el asunto es mucho más grave. Son los propios políticos los que desconfían de la política. Creen que los problemas evolucionan solos, se enquistan, enroscándose sobre sí mismos, hasta generar nuevos problemas sin haber solucionado los anteriores. Se encuentran desarmados ante una realidad que les supera, de forma que la única salida que encuentran es tener ocurrencias, engendrar titulares que les justifique el día y esperar así al día siguiente.
¿No hay nadie por ahí que conozca una terapia para políticos desanimados, que consiga convencerles de que deben gobernar en lugar de entretenerse con encabezamientos y ocurrencias varias?
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