_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Constitución

La constitución es una voluntad popular que sustituye a los reyes. A Luis XVI (pobre imbécil, le degollaron), a los de Inglaterra los echaron de América; como al de España. Es republicana. A veces los reyes han convivido haciendo como que las otorgaban, en forma de Carta Magna. La vigente fue un compromiso de legisladores asustados. El padre de la Constitución fue el miedo y cierta picardía para aprovecharse de la situación y entrar en ella procediendo de clases que hubieran debido acabarse en aquel momento: por sus antecedentes, por el futuro que llevaban dentro, y que van realizando: la Constitución, hábilmente utilizada, excluye hoy a los constitucionalistas natos, a los republicanos. No es un caso único: el juego es así, de avances y retrocesos, a veces con cabezas cortadas, a veces con pactos. La Constitución española fue, por sus circunstancias, timorata, pactante. Se prometía un desarrollo: leyes complementarias, reglamentos y normas. Unos vinieron, otras no. Lo más notable es que haya un rey en una constitución republicana, y así es lógico que sea la monarquía constitucional, constitución viva, en carne y hueso mortales, pero con un ADN sucesorio, igual, salvo incidencias sexuales. Y la Constitución es inmortal, en contra de sus normas, que piden adaptaciones al tiempo en que se aplica: todo es distinto de cuando la clase política la fabricó. Hay casos curiosos: en Estados Unidos, las enmiendas forman un cuerpo más amplio que el de la constitución en sí, pero se ha conseguido regresar a la monarquía absoluta, aunque de cuatro en cuatro años se elige rey; le sucede otro miembro de la clase política. A veces les asesinan; uno de cada cinco presidentes de Estados Unidos ha sido asesinado, y hay quien cree que es poco para las necesidades democráticas. No basta. No sirvió de nada la guillotina: volvieron después monarcas y un emperador. Si sirviera sería recomendable.

Aquí vemos la clase política unida al Rey, como una sola cosa gobernante. Por eso nos fijamos en un solo detalle: los tocamientos de Ibarretxe y Aznar. Las noticias siempre surgen de lo ilógico: lo lógico hubiera sido que se enzarzaran a puñetazos, según lo que dicen ante nosotros. En los escenarios, los cómicos se matan; salen juntos por la puerta trasera y se van al café.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_