Candidatos con chuleta
Realidad y ficción se confunden en 'K Street', una serie de HBO producida por George Clooney
K Street, una serie sobre política y políticos en Washington, muestra los entresijos y la lucha de intereses en la capital de Estados Unidos; falta saber hasta qué punto eso interesa al espectador. La cadena de pago HBO estrenó el domingo la producción del actor George Clooney que dirige Steven Soderbergh, quizá el realizador más respetado en este momento. Pero el salto invisible entre las escenas documentales y las dramáticas crea una narración difícilmente comprensible para quien no esté metido de lleno en el seguimiento de la política. Soderbergh cruzó la línea de la ficción con Traffic, el retrato más auténtico del mundo de la droga a juicio de los entendidos. Ahora ha intentado hacerlo al revés, con un proyecto que pretende convertir en personajes de ficción a políticos de carne y hueso.
Soderbergh y Clooney han conseguido con sus apellidos que una cadena compre los 10 episodios del docudrama político. Como HBO no depende de la publicidad ni de la audiencia, nunca ha cancelado un programa.
En K Street hay personajes reales dedicados al trabajo más común de la capital: el de lobbyist, una especie de consultor político dedicado al arte de influir en quienes mandan o conseguir que "los suyos" lleguen al poder. Dada la reconocida inclinación demócrata de Clooney y Soderbergh, la serie sólo podía estar sesgada hacia el lado liberal. Para ello no había mejor protagonista que James Carville, un asesor político amigo personal de Bill Clinton. Ahora trabaja para algunos de los candidatos demócratas que se preparan para competir con George W. Bush en las presidenciales del año próximo.
En el primer episodio, Carville y otro famoso consultor, Paul Begala, ayudan al candidato demócrata Howard Dean a preparar los mensajes que debe transmitir en los mítines. Le explican cómo responder a una pregunta y el espectador ve después cómo Dean emplea esa fórmula recién aprendida.
Esta televisión-verité es aceptable como documental, pero al verse salpicada con tramas de ficción crea un sabor a manipulación. Ni siquiera está claro si Dean se sometió realmente a los consejos de Carville y Begala o si todo se montó para escenificarlo ante las cámaras. El producto final, como dice el crítico Tom Shales en The Washington Post, es curioso para quienes participan en él; para el resto, parece una fiesta política a la que el espectador no está invitado.
"No es un programa con un punto de vista político", asegura Clooney. "Es un programa sobre cómo se hacen las cosas en Washington", dice el actor. De momento, con agujeros negros: se les ha prohibido la entrada en el Capitolio y se ha recordado a los congresistas y senadores que sus despachos no pueden ser utilizados para fines "promocionales o lucrativos".
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