El juego psicológico
Quim Rodríguez sucede a su compañero Galdeano en el liderato tras la victoria de Luis Pérez
A Luis Pérez, de Torrelaguna (Madrid), le llamaban el chollo porque las escapadas en las que participaba llegaban a su fin, pero nunca ganaba. Así que en el pelotón se corría la voz. Algunos hasta fardaban. Decían al de al lado. "Hoy voy a ganar la etapa ¿sabes? En cuanto se escape Luis me voy con él. Como él nunca gana..." O eso contaban algunos, que se apoyaban en la segundos puestos que coleccionaba Pérez. "Tres en la pasada Vuelta", recuerda.
Ayer, el día del juego psicológico, no fue, sin embargo, Luis Pérez el primero que se fue. Antes, en el Fito, en el puerto temido por su descenso falso, se escapó -"fuga consentida, claro", como ironizaba él mismo, el que lució un chupete en la boca cuando ganó una etapa en el Tour. "Otra fuga consentida, por supuesto". Cuánta ironía amarga- Carlos Sastre. Y poco después se fue con él Pérez.
Y por detrás, todos psicólogos. O eso dice Manolo Saiz, el hombre que está en su salsa. Curioso el asunto. Como lo del ataque preventivo. Lo moderno, lo que se lleva en ciclismo siglos después de que los militares inventaran la estrategia de "el ataque psicológico". O, en otras palabras, demostrar que se puede dar y así asustar sin necesidad de dar. El incauto objetivo, desmoralizado, se rinde. Nadie gasta fuerzas. Nadie sufre dolor.
"Vamos a ver quién está concentrado en la carrera", dijo Manolo Saiz. Unas órdenes al micrófono y consiguiente "ballet ONCE". Amarillos adelante y todos en fila. Peligro. Esto es la Vuelta, donde las etapas cortas sin tiempo para relajarse. Esto es intensidad desde el primer kilómetro, corazón desbocado, piernas doloridas. Es el sello de la Vuelta. Y Manolo Saiz, su profeta. Ocurrió bajando de La Campa hacia Villaviciosa, a 60 kilómetros de la meta. El pelotón, así impulsado, se alargaba ocupando un kilómetro de carretera. Los de detrás no veían a los de delante. Los distraídos se perdieron. Los potenciales corredores revelación se quedaron en reales corredores decepción: Levi Leipheimer, el americano que quedó tercero hace un par de años, Cadel Evans, el australiano con el gran hoyuelo en la barbilla, a lo Kirk Douglas, David Millar, el escocés de Malta, el viejo Alex Zülle, el ilusionado Chechu Rubiera... Damnificados del "juego psicológico" de Manolo Saiz. "Es que hay que mantener el orden que todos sepan que el ONCE no descansa", dice. Algo que suena a eslogan, claro, así como "la policía no duerme". Y ahí no se acabó todo. Porque iban tan deprisa y tan estresados que fue llegar al Fito y fue empezar Sastre, Flores, Pérez, Osa, Del Olmo, Mercado, Scarponi, Cárdenas... a tirar piedrecillas para ver cómo se agitaba el estanque que, así, súbitamente, dos exganadores de la Vuelta, Casero y Aitor González, empezaron a perder gas. Más sorpresas estilo Vuelta.
Por delante se fueron Pérez y Sastre. Por detrás, el ONCE-Eroski se hizo a un lado. Más manual de psicología estratégica. "Que vean que estamos ahí, fuertes y preparados para todo, pero que vean que no intervenimos, que duden y, al mismo tiempo, nos teman, y, al mismo tiempo, vean que dejamos terreno de expresión a los demás", explica. El Kelme, que quería ganar la etapa con su joya murciana, Alejandro Valverde, puso a David Latasa a marcar el ritmo de la subida. Los ibanestos, suaves y tranquilos a rueda, y los onces, psicólogos, aprovecharon para estudiarse, para ver fuertes a Sevilla y a Heras, para hacer cálculos. Y, por delante, imparables, descendiendo seguros y veloces, Sastre y Pérez.
-Pero, Manolo, no crees que es peligroso dejarle tiempo a Sastre, que puede ser peligroso para la general?
Y Saiz, sonrisa de quien todo lo sabe, responde seguro: "Sastre no puede ganar la Vuelta, lo conozco bien porque estuvo en mi equipo".
Luis Pérez también estuvo en su equipo y lleva ocho años de profesional y nunca había ganado una carrera. Y a 200 metros de la meta remontó, decidido, suave, a Sastre, quien quizás también deseaba que su colega Luis Pérez dejara de ser el chollo. Fina psicología la suya, claro.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.