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Reportaje:

Una reconciliación exagerada

El ministro y el presidente del Consell enfatizan gestos y palabras para transmitir unidad

La hipérbole que acompaña a Eduardo Zaplana estaba allí, junto al mar de Altea, donde el viernes por la noche más de 3.000 militantes del PP valenciano aclamaron a sus dirigentes, durante la cena de inicio del curso político. Delante del nuevo Gobierno valenciano y de la militancia, Zaplana quería remarcar el fin de la hostilidad con su sucesor en el Consell, Francisco Camps, y por eso acentuó sus gestos y palabras de alabanza al jefe del Consell hasta que su hipérbole alcanzó la cima más alta. Claro que Camps, que intervino antes, rápido, no se quedó corto en ensalzar a su antecesor. Y los militantes lo agradecieron. Al menos, aplaudían mucho y se levantaban de sus asientos. Y se marcharon, ya de madrugada, pensando que allí había paz y después gloria, un poco atolondrados, quizá, por la densidad de los discursos. Uno de ellos, descentrado, en el atasco de salida, comentó a su acompañante: "Este Camps está empeñado en que los de derechas seamos del centro".

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Los oponentes del PP enjuiciaron ayer la reconciliación de los populares. Para el portavoz adjunto del PSPV-PSOE en las Cortes Valencianas, Antoni Such, la cena de Altea puso en evidencia que "el que ha ganado la partida, quien dirige la batuta del PP, sigue siendo Eduardo Zaplana".

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