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Reportaje:

La hora de Roddick

Retirado Sampras y con Agassi cerca del final, es la gran baza del tenis de EE UU

Su cabeza sigue siendo un hervidero, pero el estadounidense Andy Roddick (Omaha, 1982) ha madurado. Llenó las portadas de la prensa cuando no era más que una promesa y ahora, a punto de cumplir los 21 años, se ha convertido en el gran tenista que se esperaba que fuese. Cuarto en la clasificación mundial, acaba de ganar sus dos primeros títulos en los torneos Masters Series: Montreal y Cincinnati. Le queda, eso sí, una asignatura que ya han aprobado quienes le preceden, el también norteamericano Andre Agassi, el suizo Roger Federer y Juan Carlos Ferrero: ganar uno del Grand Slam. El actual Open de Estados Unidos puede resolver su problema.

"Por primera vez puedo imaginarme ganando un grand slam", afirmó Roddick, hace dos semanas, en Montreal, tras su primera victoria importante. "Hace unos meses, éste no era el caso. Ahora me veo como uno de los favoritos de Flushing Meadows".

El nombre de Roddick sonó con fuerza en 2000, cuando se convirtió en el número uno júnior tras imponerse en el Open de Australia y en el de su país sin perder una sola manga. Su leyenda creció más todavía cuando en 2001 fue el primer estadounidense de menos de 20 años que ganó tres títulos o más en un mismo año desde los cuatro de Pete Sampras en 1990. A estas cifras agregó el registro de que, desde Michael Chang en 1991, ningún compatriota tan joven -tenía 18 años- había entrado en la lista de los 20 primeros del mundo.

Su nombre comenzó a alinearse al lado de los grandes. Su progresión fue espectacular, puesto que en un curso pasó de ser el 158º a convertirse en el 14º. Y los norteamericanos, tan dados a las estadísicas, proclamaron: nadie había dado un salto tan brillante desde el sueco Stefan Edberg y el checo -luego nacionalizado estadounidense- Iván Lendl. Eran datos que invitaban a la euforia, máxime en un país que empezaba a vislumbrar el final de sus grandes estrellas, Sampras y Agassi, sin encontrar donde agarrarse.

Las retiradas de John McEnroe, Jim Courier, Chang y ahora Sampras han dejado la brillantez del tenis estadounidense en manos de Agassi, que, a sus 33 años, se mantiene en la cúspide gracias a su incuestionable calidad y, sobre todo, a su excelente condición física. La mayoría de las esperanzas han ido sucumbiendo: ni Jan-Michael Gambill (49º), ni Mardy Fish (41º), ni Robby Ginepri (43º) ni James Blake (27º) han logrado al cabo establecerse en la élite y sus expectativas se van reconsiderando. Roddick aparece como la alternativa después de que ahora se haya reencontrado con los resultados que, siendo un júnior, le llevaron a firmar contratos millonarios.

Llegó a enero de 2003 sin haber superado unos cuartos de final en un grand slam y sin ganar un masters series. Pero en Australia rompió sus primeras barreras: llegó a las semifinales. Y luego cambió a su entrenador, el francés Taric Benhabiles, por el ex técnico de Agassi, Brad Gilbert, y comenzó una progresión que le ha situado a un paso del número uno. En Wimbledon repitió semifinales y este mes, en Montreal y Cincinnati, hizo el resto. "Hace dos años estrujaba la bola en cada saque, pero me lo rompían mucho más a menudo que ahora, que soy capaz de combinar la potencia, el efecto y la colocación", dice Roddick; "mis rivales deben pensar mucho más para restarme".

Esta temporada ha ganado a Agassi en el torneo Queen's, y a Federer en Montreal y cuenta 30 victorias en 32 partidos. Le falta superar a Ferrero, pero nunca se han enfrentado. El Open neoyorkino debe aclarar muchas cosas: el liderato mundial entre el australiano Lleyton Hewitt, Agassi, Federer y Ferrero y puede que también el futuro de Roddick.

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