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CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Rafael Amargo, decidido a ser "más coreógrafo que bailarín" en su 'Amor brujo'

Amargo es todo desparpajo. La energía le sale por los cuatro costados y la vuelca, generoso, a su compañía, que desde 1997 ha llevado a los escenarios cinco espectáculos donde adereza su haber flamenco con elementos de baile contemporáneo. Ahora se ha atrevido a llevar a escena El amor brujo, de Manuel de Falla, en la primera versión de 1915, encargada por y para Pastora Imperio, y con libreto de Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga.

Todo un clásico por el que Amargo, confiesa, no sentía especial interés hasta que el director de la Quincena Musical Donostiarra, José Antonio Echenique, se lo encargó para que lo representara en las Cuevas de Zugarramurdi el pasado día 12. Así fue, y el bailarín y coreógrafo se muestra satisfecho por haber sabido revisar un clásico, a través del que cuenta "algo nuevo".

Ahora, desde el próximo 27 de agosto hasta el 2 de septiembre, Amargo abre la nueva temporada del madrileño teatro Albéniz con este espectáculo y tres piezas de Satie, de Granados y Ravel; desde el 5 al 12 representará su exitosa versión de Poeta en Nueva York, de Lorca. Amargo aprovechará los tres días entre los dos montajes para casarse "a lo grande" en Ibiza. A sus 28 años, Amargo habla con orgullo de su compañía, que para El amor brujo ha reunido a 52 personas. Asegura que huye en este montaje del Amargo "más efectista", para volcarse en lo que es su verdadera meta: "Ser más coreógrafo que bailarín", de su propia compañía, que defiende a capa y espada por encima de las nacionales que, según el bailarín, "deberían aprender a autofinanciarse".

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