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Reportaje:

Por amor al arte

El Tour, la carrera reina del ciclismo femenino, no cesa de recibir quejas de sus participantes, que, además, reciben sueldos de broma

Àngels Piñol

"¡Si supierais dónde nos han metido a dormir! ¡Parece un hospital!", exclamaba ayer indignado un mecánico de un equipo italiano cuando las corredoras acaban de llegar exhaustas a Trélezé, en el corazón del Loira, tras una etapa de 132 kilómetros. "Todos los días nos han dado de cenar pollo y judías cuando la pasta es lo que se necesita", decía Idoia, masajista del equipo de Joane Somarriba que, ayer, un día más, pese al tirón y la alianza de sus inmediatas perseguidoras, la suiza Nicole Brandli y la italiana Fabiana Luperini, conservó el maillot amarillo y su ventaja de 2m 2s respecto a la helvética. El Tour, la carrera reina del ciclismo femenino, no cesa de recibir quejas de sus participantes, que constatan que, en su caso, este deporte, salvo el nombre de las licencias y casos excepcionales, es casi un ejercicio de amor al arte.

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Correr sólo por placer. Unos 100 kilómetros por etapa más los desplazamientos, a veces de horas, cada día. Con sueldos que son una broma. La campeona del Giro apenas se llevó 400 euros y la que gane este Tour unos 3.000 euros. Las fichas de las ciclistas contratadas, que deben entrenarse en invierno una media de cuatro horas al día, rozan el escarnio. ¿Cómo hacerlo? Ni siquiera Somarriba, doble campeona del Giro y del Tour, se libra cada año del mismo desgaste para encontrar financiación. Casi es un clásico: las noticias del verano son para sus títulos y las del invierno para el dinero que no llega. No necesitaba tanto: el Bizkaia, gestado en la Sociedad Duranguesa, se ha bastado con 24.000 euros para financiar al equipo de doce personas que lo integra. Todos, salvo un mecánico, son aficionados que están pasando sus vacaciones entre los pedales, sillines y manillares.

"Este deporte ha perdido mucho en años. Falta dinero. Merecemos más respeto: a veces dormimos en habitaciones todas juntas tras cuatro horas de carrera", explica la veterana Marianna Lorenzoni, del equipo Catalunya (el Aliberti, de la Toscana), que recibe ese nombre por el patrocinio de la Generalitat y que acoge a ciclistas catalanas. La sueca Suzane Ljungskog, la última campeona del Mundo de fondo, les dejó y fichó por el Prato justo antes de empezar el Tour al asegurar que no le pagaban lo pactado. "Me dieron menos de lo que decía el contrato", dijo ayer tras subir al podio. Lorenzoni la desmiente porque dice que incumplió su cita con el Giro y otras pruebas. Pero la sombra de la falta de recursos es palpable. Hace un año, corrieron 15 equipos y en este sólo 12, la mayoría italianos. "Mejor calidad que cantidad", se defiende Pierre Bouin, el organizador del Tour. "Yo no creo que el ciclismo femenino esté peor", apunta Jon Elorriaga, director del Bizkaia, que recuerda la desaparición del potente equipo Gas y el caso de Sanier-Duval que se desprendió de su equipo de chicas para crear otro de hombres. "En España está igual de bajo que siempre. Hace falta dinero tanto en lo público como en lo privado". Somarriba hace una lectura apabullante: "La crisis del ciclismo es general. Si pasa con los chicos [desaparición del ONCE y Banesto] ¿Qué no nos pasará a nosotras?".

Clasificación 11ª etapa: 1ª. Petra Rossner, 3h 37m 26s. 2ª. Anita Valen, 3h 37m 26s.. Alison Wright, 3h 37m 26s. 8ª. Joane Somarriba, el mismo tiempo. Clasificación general: 1ª. Joane Somarriba. 2ª. Nicola Brandly, a 2m, 2s. 3ª. Fabiana Luperini, a 3m, 42s. Etapa 12ª: Trélazé-Gourron (120 Km).

Joane Somarriba, junto a otras ciclistas, bebe durante el Tour femenino.
Joane Somarriba, junto a otras ciclistas, bebe durante el Tour femenino.

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