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Reportaje:

Una fiesta con historia

Los habitantes de Cortegana, en Huelva, recrean la vida del siglo XIII durante las Jornadas Medievales

El rumor de la música acompaña estos días en Cortegana (Huelva) como si estuviese prendido del hombro con un alfiler. En plena sierra de Aracena, el pueblo se consagra desde el jueves por la tarde y hasta el domingo a sus 8ª Jornadas Medievales que por un tiempo lo traslada, con sus habitantes incluidos, al siglo XIII. Y no es broma. Los vecinos se disfrazan y se convierten en los primeros devotos de unas fiestas que este año espera acoger a 70.000 visitantes.

"El modelo más solicitado es el de mesonera para las chicas y el de casaca con pantalón decorado con las almenas del castillo y el escudo para los hombres", precisa Juan José Garcia, de 70 años, que es presidente de la asociación de mayores y que dedica un taller de costura a crear los trajes medievales que puede alquilar cualquier visitante por 20 euros durante los cuatro días. "De momento no hemos tenido ningún problema con los jóvenes que vienen al pueblo, de hecho, siempre han devuelto puntualmente los trajes" apunta con gesto satisfecho.

Desde el corazón de la localidad, cerca de la iglesia del Salvador y hasta el castillo, construido en tiempos de Sancho IV, en 1293, se sucede una retahíla de tenderetes medievales que acaparan la atención de curiosos. Por el camino empedrado los visitantes miran asombrados y señalan los puestos de artesanía y la oferta gastronómica. Orujo de miel y sidra, pan de leña, confituras, dulces árabes de frutos secos como los que ofrece la egipcia Doha Ramadan, hechos con miel, agua de azahar y aromas de limón se pueden encontrar en el recorrido.

Además y como tónico se ofrecen masajes de pies, lociones naturales de aloe vera o perfumes destilados con enrevesados alambiques que recuerdan el tiempo de la alquimia. Entre la artesanía destaca el trabajo con el cuero repujado, cerámicas, encuadernaciones y la madera tallada.

En la espalda de la fortaleza se conjuga todo un catálogo de profesiones tradicionales en trance de desaparecer. Un alfarero con su torno y un soplador de vidrio, al que al ver su labor, un visitante exclama: "Esto lo he visto en La 2".

Un fuelle gigante que parece un animal cansado reposa sobre un poyete para avivar el fuego de un herrero. Una hilandera hace su lana sacada de ovejas merinas en una rueca o un puesto de teja y de baldosa mudéjar, además de hombres que trabajan la piedra y los leños con cuidadosa morosidad. También hay un puesto de especias que remedian todo tipo de dolencias. Atiende el tenderete un grupo de jóvenes vestidos de monjes. Pedro Montiel, de Jaén, explica su estancia en una fiesta medieval por "el conocimiento popular de las hierbas medicinales en la época". A pesar de todo se muestra un poco desesperado con los visitantes: "Lo que más vendo aquí es te, las hierbas las desconocen, ¡no tienen ni idea!". Además defiende sus propiedades naturales a capa y espada porque no son cosechadas sino recogidas de la Sierra de Cazorla, Sierra Mágina y Sierra Nevada.

Existe todo un cúmulo de actividades que sacian las apetencias del visitante. Por la mañana se ofrece un seminario internacional para acercarse a la historia medieval de esta tierra de fronteras entre el mundo musulmán y Portugal. Por sus pagos incluso se asentaron los Templarios por un tiempo. Como huella de esa encrucijada hay una actividad en las fiestas que enfrenta a los mozos de Cortegana con los portugueses de Castro-Marin.

Como posibilidades lúdicas, hay un taller de arco, teatro infantil, titiriteros, un torneo medieval, la posibilidad de asistir hoy a una boda judía o una partida de rol ambientada con personajes de época. Pero la cumbre de la jornada es la cena a la luz de las antorchas y sin cubiertos, que se celebra en la fortaleza a las 22.30.

La fiesta se anima durante el día por el pasacalles de Fogo da Feira. Armando Pita, de 38 años, cantará hoy "unas coplas tradicionales gallegas" en el grupo, Son de Pao, en la "noche celta y la queimada popular". Ha venido junto a los músicos itinerantes que actúan en la fiesta con gaitas, cistros -un instrumento medieval que recuerda a la guitarra- y percusión, además de malabares con pelotas y cuchillos. La gente acepta de muy buen grado la música gallega. "Puede incluso que la cercanía con Portugal tenga algo que ver", apunta.

En los bajos del castillo se encuentran las tabernas, donde el visitante puede saciarse con cerveza, vino y los afamados embutidos de la tierra. Allí actúan los artistas de Faranduleros Do Diavolo, como un sacamuelas árabe del que todos huyen al ver lo rudimentario de su dudosa ciencia y un faquir impávido al dolor con su cama de pinchos incluida.

Otros: Festival de Música Tradicional de la Alpujarra. 10 de agosto. Turón (Granada).

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