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Un monopolio a 300 km/hora

La Fórmula 1 es una sociedad en pocas manos que mueve al año unos 2.500 millones de euros

Durante los últimos lustros, el gran circo de la Fórmula 1 ha ido superándose año tras año. Un negocio que crece a velocidades superiores a las de sus monoplazas. En estos momentos mueve unos 2.500 millones de euros, un 50% en manos de la Formula One Constructors Association -FOCA-, y el resto, repartido entre los ocho equipos que participan en las carreras.

Durante los últimos lustros, el gran circo de la Fórmula 1 ha ido superándose año tras año. En la temporada de 2002 se alcanzaron cifras récord que este año están siendo batidas de nuevo, pero parece que la cuerda se está tensando demasiado, poniendo en peligro un negocio astronómico.

Las acusaciones que se han hecho en la UE a la Fórmula 1 de actuar como un cartel han frenado hasta ahora su proyecto de salir a Bolsa

No es la primera vez que suenan las alarmas. Al principio de esta temporada desaparecieron las escuderías Prost y Arrows, y las pequeñas, como Jordan o Minardi, atraviesan serias dificultades... Los enfrentamientos entre el todopoderoso Bernard Ecclestone y la industria automovilística han salpicado los últimos grandes premios. Pero los intereses que les unen son más fuertes que las diferencias y las aguas vuelven siempre a su cauce con normalidad.

Sin embargo, hay algunas novedades que van a poner de nuevo a prueba el saber hacer de uno y otros. Una de las más importantes es la desaparición de las marcas de tabaco en la publicidad de los bólidos a partir de 2006 por mandato de la UE.

Son muchas las paradojas que caracterizan este gran negocio con pocos tintes deportivos, como lo demuestra el hecho de que la competición en la que se alcanzan las mayores velocidades se gane precisamente cuando los coches están parados. Los repostajes y cambios de ruedas terminan siendo más decisivos que la carrera.

El verdadero ganador

Resulta también paradójico que se realicen grandes esfuerzos en incrementar la seguridad cerrándo incluso algunos circuitos como el del Jarama y, sin embargo, se mantenga abierto el más inseguro: el urbano de Montecarlo.

Pero el verdadero rey de esta actividad es el marketing y no la velocidad. Y Mónaco desempeña un papel fundamental. Marca incluso el calendario a los otros circuitos, que se adaptan a su celebración. Quizás tampoco sea ajeno el que muchos pilotos tienen fijada su residencia allí por evidentes razones de carácter fiscal.

Las retribuciones anuales de los mejor pagados, como es el caso de Michael Schumacher, puede alcanzar 40 millones de euros y raramente bajan de los cuatro. Cantidades que no resultan extrañas si se tiene en cuenta que los miembros del equipo que realiza el repostaje y cambio de neumáticos cobran 400.000 euros al año.

Las cifras no son oficiales naturalmente y es que -otra de las paradojas del fenómeno- un sector industrial como el del automóvil, que se caracteriza por ser uno de los más transparentes, se cierra en banda a la hora de facilitar datos sobre la Fórmula 1. La falta de control es absoluta y algunas fuentes señalan incluso que esta actividad sirve también para "blanquear" determinadas cantidades de dinero.

Las grandes marcas destinan ya más de 300 millones de euros de media por temporada, pudiendo llegar a los 360 en algún caso, la mitad de los cuales corre a cargo del principal anunciante. El presupuesto se suele repartir casi al 50% entre la escudería y la marca fabricante de automóviles que aporta los motores, aunque en algunos casos. como Ferrari o Renault. controlan todo el proceso.

Justifican su opacidad en que resulta difícil atribuir correctamente los costes compartidos. así como la rentabilidad de los mismos, sobre todo si se tiene en cuenta que muchas de las inversiones que se hacen en la F1 se trasladan a los automóviles de serie.

La Fórmula 1 es la máxima expresión de la tecnología en la industria del automóvil, pero los retornos van mucho más allá.

Antes de su apuesta por este medio, Renault era una marca con un 12% de reconocimiento en EE UU, que después de cuatro temporadas había aumentado hasta el 60%. Y eso que el mercado norteamericano es una de las principales asignaturas pendientes de este gran circo de la velocidad. "El público de EE UU necesita espectáculo, y en carreras de velocidad eso son adelantamientos que difícilmente se producen en la Fórmula 1", según el director de comunicación de una de las marcas participantes en el torneo. "Las cifras de gastos son astronómicas, pero si triunfas en la F1, el retorno es también astronómico para la marca", dice el responsable en España de una de ellas.

No es extraño, por tanto, que traten de controlar al máximo este espectáculo, en el que los espectadores directos únicamente sirven para llenar los circuitos que contemplan otros 3.000 millones de telespectadores cada año y que suponen una gran fuente de ingresos.

Para las grandes marcas, por tanto, ¿se trata de un capítulo de gastos o de inversión publicitaria? Eligen los circuitos como las figuras del toreo las corridas. No pueden permitir que una escudería privada adelante a uno de sus coches. Y sus decisiones tienen muchas veces un trasfondo comercial, como cuando se retiraron de la competición los motores con turbopropulsor, ya que su demanda se reducía a los motores diesel, que recibieron un importante impulso, pero con una escasa demanda en los de gasolina.

Mal avenidos

El carácter deportivo casi ha desaparecido y, salvo los abandonos, el resultado final suele coincidir con el de la pole position.

Pero mantenerse en la cresta de la ola durante años es difícil. Los resultados suelen ser cíclicos. En décadas pasadas se han alternado en los dominios Williams, McLaren... con motores Renault y Honda, y Ferrari, que, con Michael Schumaker al volante, impuso durante cuatro años una tiranía absoluta que hizo descender el número de espectadores ante lo previsible de los resultados.

Hasta el punto que Ecclestone propuso algunas medidas como la de incrementar con lastre el peso de los coches en función de las victorias alcanzadas, que inmediatamente fue rechazada por las marcas. El presidente de Ferrari, Luca Cordero di Montezemolo, no tardó en replicarle, en La Gazzetta dello Sport, que quizás había llegado la hora de repartir mejor los ingresos que se obtienen. Ecclestone le respondió a su vez que podría ahorrar mucho dinero si le bajaba el sueldo a Michael Schumaker.

Ése es el ambiente en la Comisión de la Fórmula 1, cuyos 26 miembros acordaron en 1996 un pacto entre caballeros, Concord Agreement, que vence en 2008 y en el que se establecen los porcentajes -secretos- que le corresponden a cada uno.

Los éxitos de Fernando Alonso han ampliado los negocios de la Fórmula 1 en España.
Los éxitos de Fernando Alonso han ampliado los negocios de la Fórmula 1 en España.AFP

La mina de los derechos de retransmisión televisiva

Los derechos de retransmisión televisivos son la madre del cordero del negocio. El grupo aleman de medios Kirch adquirió, junto a EMTV, el 75% de SLEC, la sociedad titular de los derechos comerciales de la Fórmula 1, fundada por Ecclestone, que mantenía el 25% restante. Tras la quiebra del gigante, sus acreedores, Bayerische Landesbank, J P Morgan y Lehman Brothers, se han hecho cargo del 58% de SLEC para tratar de asegurarse los 1.600 millones que prestaron a Kirch en 2001.

Ecclestone está dispuesto a negociar la compra del paquete necesario para disponer de la mayoría, opción también manejada por el grupo de constructores Grand Prix World Champion -GPWC- que reúne a Fiat (Ferrari) , BMW, DaimlerChrysler (Mercedes), Renault y Ford.

En 1998 Ecclestone estudió ya la posibilidad de realizar una emisión de eurobonos por valor de 2.000 millones de dólares, respaldados por ingresos obtenidos en contratos de retransmisión de la F1 en televisión.

La sustitución de las marcas de tabaco que se anuncian en la actualidad va a ser otro momento clave a partir de 2006 , aunque, según un directivo de un fabricante participante, "cuando se vaya el tabaco entrarán otros sectores como el informático, o productos de vida sana... que ahora no quieren mezclarse".

Bernard Ecclestone, el zar del gran circo

Desde hace años, los banqueros londinenses utilizan la denominación bernie para referirse al millón de libras esterlinas. Ésa es la cantidad con la que contribuyó Bernard Ecclestone a la campaña electoral del Partido Laborista que provocó las primeras críticas sobre la actitud ética del primer ministro, Tony Blair. Como puede apreciarse, la influencia de Ecclestone en los negocios no es nada desdeñable.

Durante su mandato como comisario de la Competencia, Karel van Miert tuvo pocos contendientes tan correosos como este pequeño ciudadano británico que ha conseguido amasar una de las mayores fortunas del Reino Unido controlando el gran negocio de la Fórmula 1. A los 72 años sigue controlando uno de los mayores monopolios de hecho del mundo actual.

Ecclestone ha convertido la principal competición internacional del motor en un auténtico imperio financiero. Llegó a la Fórmula 1 a finales de los sesenta, cuando ésta era un reducto de modelos, playboys, excéntricos y aventureros, algunos de los cuales siguen presentes, pero después de haberse convertido en uno de los espectáculos más vistos del planeta, superado únicamente por los Juegos Olímpicos o los mundiales de fútbol.

En 2000, el Times valoró el patrimonio de Ecclestone en más de 1.283 millones de dólares y la BBC lo cifró en el doble. Su incorporación definitiva a la competición automovilística se produjo en 1970 con la compra del equipo Brabham, que se encontraba al borde de la quiebra. Asumió la presidencia de la FOCA y negoció por primera vez un contrato de derechos de transmisión televisiva para la F1.

De momento, sus intentos de crear un holding empresarial preparado para su salida a Bolsa han sido frenados por las acusaciones de actuar como un cartel que se le hacen desde la Unión Europea.

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