_
_
_
_
Crónica:CAMPEONATOS DEL MUNDO DE NATACIÓN | Decepción en la representación española
Crónica
Texto informativo con interpretación

Adiós al tricampeonato

Serbia rompe el sueño de España, que ganó los dos últimos títulos y sólo luchará por el quinto puesto

Robert Álvarez

Sobre el césped, el parquet o metidos en el agua, los equipos balcánicos poseen un sello común, especialmente los serbio-montenegrinos. Es algo que trasciende por completo a la calidad individual o colectiva, que la tienen y en grandes cantidades, por supuesto. Pero poseen algo más, una punta adicional de agresividad, sentido táctico y maestría en el manejo de los partidos, especialmente de los más comprometidos. Eso les da muchos puntos añadidos en la ascendencia sobre el juego. Y contra eso es contra lo que España se ha estrellado durante mucho tiempo y en muchos deportes. No acostumbraba a suceder en el waterpolo que por algo España aspiraba nada menos al sueño de repetir el título mundial por tercera vez, logrado además la última vez precisamente frente a los yugoslavos.

ESPAÑA 3 - SERBIA 7

España: Andreo; Molina, García, Hernández, Ballart, Gómez e Pérez; Pedrerol (1), Marco, Iván Moro, Sánchez-Toril y Dani Moro (2).

Serbia: Sefik; Savic (1), Ikodinovic (2), Jelenic, Ciric, Sapic (4) y Vujasinovic; Udovicoc, Zlokovic y Goskovic.

Parciales: 0-2, 1-2, 1-2 y 1-1. 3.000 espectadores en la piscina del CN Barcelona.

Más información
El duelo fue un paseo

Pero ayer el varapalo fue demoledor. España empezó mal, encajó un 0-3 apenas iniciado el segundo cuarto y, por más vueltas que le dio, no encontró manera de entrar en el partido.

Los serbio-montenegrinos defendieron muy lejos de su portería. Sapic arremetió contra Iván Pérez y lo sacó de su zona. Muy pocas veces logró pivotar cerca del portero yugoslavo. Tanto lo acusó el juego español que se desdibujó por completo. Era como el ciclista que se le sale la cadena del plato. Pedaleaba y pedaleba y no se movía. No hubo una sola acción sincronizada. El engranaje falló por completo. Las asistencias de Ballart se quedaban cortas o largas, el mejor cañonero español, Gabi Hernández, apenas pudo lanzar y se quedó a cero, los boyas no recibieron una sola pelota en condiciones, Andreo no hizo olvidar esta vez la sensible ausencia de Jesús Rollán bajo palos. Al principio, el equipo español mantuvo trató de mantener la compostura, de esperar que un chispazo individual o una acción inspirada propiciara un punto de inflexión como sucedió en el excelente partido de la primera fase ante Rusia en el que remontó dos goles.

Pero pasaban los minutos, tardaba en llegar el gol y en lugar de producirse situaciones que ayudaran a recobrar la confianza, los lanzamientos, empezando por el de Ballart al filo del segundo cuarto, empezaron a estrellarse en los palos. Todo iba de mal en peor. La defensa española no cerraba con acierto. Sapic certificaba su capacidad de pegada. Cada vez que soltó el brazó tembló el equipo español. Ni Pedrerol ni nadie conseguían taparle. El segundo tiro al palo de Ballart, al inicio del tercer cuarto, cuando España ya perdía por 1-4, fue el inicio del "sálvese quien pueda". Se escapaban los minutos y España estaba obligada a forzar la máquina, con todos los riesgos que ello implicaba ante un rival tan bien ordenado y tan sabio tácticamente como Serbia y Montenegro. No hubo manera de reducir la desventaja. Era tal que los últimos ocho minutos, y después de un penalti cometido por Andreo que transformó Sapic, quedó visto para sentencia el partido.

Las repletas gradas del CN Barcelona enmudecieron por momentos. El batacazo fue mayúsculo, a la altura de la magnitud del desafío, un tercer título mundial consecutivo, algo que ninguna otra selección ha conseguido en el waterpolo y tampoco en la mayoría de deportes por equipos. La derrota resultó cruel pero, por ser tan concluyente, tan diáfana, no provocó excesivos dramatismos. Ante el repaso de los serbio-montenegrinos sólo cabía inclinar la cabeza y admitir la inferioridad. La selección española echó de menos referentes y no alcanzó el régimen de revoluciones que acostumbra a base de trabajo colectivo. Ahora, tendrá que luchar por el quinto puesto, un techo para el que deberá buscar motivaciones extra un equipo que aspiraba al tricampeonato.

Gabi Hernández intenta hacerse con la pelota a pesar de la oposíción de un jugador serbo-montenegrino.
Gabi Hernández intenta hacerse con la pelota a pesar de la oposíción de un jugador serbo-montenegrino.JOAN SÁNCHEZ

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_