La música como arma
La camisa le dura más bien poco. Torso desnudo y sudoroso para una música visceralmente rítmica y rocosa en intenciones, con letras que denuncian el sufrimiento de millones de niños en África y en el mundo. No con el habitual lamento cansino, sino con un grito de rabia que irrumpe del saxo de Femi Kuti y de los potentes metales y percusiones. El músico nigeriano no implora, no suplica, reclama con orgullo.
Las de Femi Kuti son canciones lava, más concisas que las de quince o veinte minutos de duración que enfrentaba Fela, aunque poco importa, ya que, al tocarlas una tras otra sin interrupciones, las convierte casi en una larga pieza de hora y media. Una especie de suite beligerante formada por Truth don't die, Do your best, Beng beng beng o un Stop AIDS de arranque atronador. No es música para pasar el rato, sino para despertar conciencias y comunicar un mensaje.
Femi Kuti
Femi Kuti (saxo alto, voz, teclados), Olugbenga Laleye, Tiwalade Ogunlowo, Abiodum Abokawa, Oluwagbemiga Oyetegbe y Olurotimi S. Hundeyin (metales), Adedokun Oke (guitarra), Darlington Joseph (bajo), Adekunle Olayode (batería), Made Kuti, Said Obara y Roland Guerrero (percusión), Adekunle Abeyemi (teclados), Omobolante Falayi, Funmilayo Bazuaye y Tayo Olajide (coros y baile). Conde Duque. Madrid, 19 de julio.
El 'afrobeat'
Es puro afrobeat, esa música incendiaria que el gran Fela Anikulapo Kuti creó a partir del funk de James Brown y de ritmos tradicionales yoruba, a la que Femi le añade elementos propios, y que los domingos, en su club de Lagos, le sirven para compartir sesiones interminables. El afrobeat, dijo, parece lo único que les dejan: ni un solo país africano ofrece a sus habitantes unas condiciones de vida dignas.
"Políticos, monstruos corruptos", canta. Al nigeriano lo que sucede en la Asamblea de Madrid probablemente le diera risa, por no decir pena, comparado con lo que tienen que lidiar ellos en Lagos, Nigeria, África. Se siente mal porque allí la corrupción provoca que no haya dinero para comida ni para escuelas. Con las cosas que dice, que todavía no le hayan molido a palos o encerrado en una celda cochambrosa como hicieron con su padre podría entenderse por una mejoría de la situación política, por una pérdida de impacto social de la música o porque el hijo de Fela goza de una protección especial de los dioses.
Un representante de la tercera generación de esta familia de rebeldes, Made Anikulapo Kuti, que no tendrá aún diez años, estaba subido a una maleta con el fin de poder darle a dos pequeños tambores. Y giraba la cabeza para seguir atentamente los movimientos del batería. Cuando Femi Kuti comenta algo sobre su música, no parece ni la mitad de motivado que si habla de la problemática situación del continente africano. El activismo musical lo reserva para sus conciertos. Sabe que la música representa hoy a África mejor que lo haría cualquier político.
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