_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Homologación

Durante muchos años la ilusión por la partitocracia que había de venir hacía que aceptase como suficientes las divulgaciones de Maurice Duverger y de otros politólogos. Además, el hecho de que mi experiencia partidaria se limitase a una efímera y poco relevante presencia en el PNPV a primeros de los ochenta, y a una implicación entusiasta pero breve en el PRD, que los abruptos resultados de las generales del 86 se encargaron de enfriar (el PNPV fue una ilusión para crédulos; el PRD, una espectacular reunión de elites en un proyecto donde el genio político de Roca Junyent se vino al suelo), arrojaba mi distanciamiento y una no menos incómoda posición ante la escasa calidad de la vida interna de los partidos democráticos.

Habiendo salido del ámbito de la ingenuidad de la mano del ya clásico texto de Angelo Panebianco sobre los partidos políticos y del seguimiento de las crisis sucesivas de buena parte de los partidos actuantes en el panorama español y valenciano, detecto que se está produciendo cierta homologación en lo que parecían modelos diferenciados de partidos de izquierda o de derecha. En general, los partidos de izquierda de los primeros años de democracia mantenían tics del pasado clandestino de sus dirigentes más avezados, que daban lugar a redes de lealtades ideológicas o personales debidamente tamizadas por el ejercicio del poder en la nueva situación democrática; mientras que en los de derecha, se imponían los clanes con poder fuera del partido que encargaban a líderes con mucha autoridad y poder dentro de la organización la defensa de sus intereses.

El dilatado período de poder socialista, primero, la aparición de competidores capaces de obligar al pacto de gobierno o a la coalición a los grandes partidos, después, el creciente pluralismo de la vida municipal (muy destacado en Cataluña, Euskadi, Galicia, Navarra, Aragón, Canarias, Baleares, Comunitat Valenciana, Andalucía...) y la incertidumbre de los intereses de los grupos económicos o de interés ante el mosaico de soluciones políticas que se presentan en una buena parte de las arenas de competición habrían operado en el sentido de homologar a los partidos. Así, en los partidos de izquierda habrían irrumpido con fuerza los intereses paralelos y externos a los de la estricta organización mientras que en los de derecha se habrían hecho fuertes los clanes orgánicos procedentes de lealtades forjadas mediante el reparto de cargos y beneficios derivados de la administración de las victorias electorales. Además, la convicción de que el sistema de partidos realmente existente (en los ámbitos estatal, autonómico y municipal) parece gozar de plena salud, tiene visos de petrificación (sean mayorías plurales de izquierda o de derecha, mayorías plurales de más de dos partidos, mayorías plurales contra pronóstico o mayorías absolutas hasta cierto punto inamovibles) y está lejos de verse amenazado por nuevas fuerzas capaces de desbaratar sus opciones de poder, lleva a los actores exteriores, a los grupos de interés, a los consorcios económicos a considerar a los partidos (a todos los que tienen chance) como hipotéticos socios o previsibles clientes y, por consiguiente, a establecer relaciones con ellos del mismo tipo que las que mantienen entre socios y/o competidores. En cierto modo, esta homologación entre partidos de diferente progenie explicaría buena parte de los recientes espectáculos registrados en la configuración de muchos gobiernos municipales en la geografía española y valenciana.

Vicent.Franch@eresmas.net

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_