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Crítica:CANCIÓN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pasión por la vida

Su voz tiene más colores que las trenzas de su pelo; su forma de estar en el escenario, tanto sentido como su belleza. Lucrecia es un fenómeno de la naturaleza que todavía no ha sido aprovechada en toda su hermosura. Un filón es ponerla a interpretar canciones de siempre, clásicos del bolero y el cancionero hispanoamericano al lado de otro monstruo como ella. El pianista Chano Domínguez, el hombre que aunque parezca que sólo acaricia las teclas, las está robando el alma, es el complemento ideal para tanta grandeza.

Juntos, el gaditano Chano y la cubana Lucrecia han pergeñado un espectáculo grandioso, y no por su formas -un sencillo piano y una dulce garganta-, sino por la pasión que encierra, que se contiene al principio y que va saliendo precipitada a lo largo de ese concierto que dan al alimón.

LUCRECIA y CHANO DOMÍNGUEZ

Lucrecia (voz), Chano Domínguez (piano). Teatro Albéniz (Madrid), 20 de junio de 2003

No puede describirse cómo dominan los silencios, la elegancia, las pausas. El tempo del recital conjunto de tan medido, apabulla. Chano levanta la mano, deja que las teclas callen y Lucrecia espera. Cuando el silencio corta la respiración, la tórrida garganta de la cubana se dispara y el teatro se sumerge en ese timbre preciso, en esa voz de ángel que susurra sensual o que se transforma de repente en un coro de miles de voces africanas.

Lucrecia está encantada consigo misma. Le sobran motivos. Vestida de rojo o de mariposa africana, guapa por dentro y por fuera, tranquila, pausada, pero arrebatada, hace alarde de sus enormes dotes naturales. Se recrea escuchándose, pero es que para ella debe de ser un placer sentirse tan dominadora de su garganta y recursos. Se embelesa mirando a Chano, y el disfrute es recíproco. No llega a la decena de veces que han tocado juntos, pero se conocen como de siempre. Chano acomete de manera espléndida solo al piano Gracias a la vida, de Violeta Parra; Lucrecia le quita el sitio y se apodera un rato de las teclas para rendir homenaje a César Portillo de la Luz (Amor es eso) y bordar Nostalgia, que conserva el eco del tango.

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