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Entrevista:TROTAMUNDOS | JAVIER VEIGA | EL VIAJERO HABITUAL

Círculos en el plano

El gran dilema de su vida tuvo lugar en Roma hace dos años. Para ser exactos, en los museos vaticanos: ¿sigo empapándome de arte o vuelo a coger el tren para llegar al partido de futbito con mis amigos? El ex presentador de El club de la comedia y director de la obra teatral Los tres mosqueteros buscando a Dartañán nos ofrece la respuesta a continuación.

Creo que a Roma le sobraban monumentos.

Sí, hay tantos que uno no sabe dónde mirar. Pensaba: por favor, que quiten algo. Pasé tres días solo, en pantalón corto y sandalias, y me pasaron cosas curiosas. Una de ellas, en la capilla Sixtina.

¿Alguna vivencia mística, tal vez?

No, un grupo de excursionistas estudiantes de Zaragoza que cuando me vieron empezaron a gritar: ¡mira, es el de El club de la comedia!, y ya no les interesó Miguel Ángel. Nos hicimos una foto allí mismo. Después me senté en una terracita próxima a la plaza Nabona y me quedé colgado de la conversación de unos cuarentones. Tanto, que me invitaron a sentarme a su mesa, para que aportara algo.

Veo que el arte del disimulo no es lo suyo.

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No. La cosa es que una de ellas era experta en arte y se ofreció a enseñarme los museos vaticanos. Fuimos al día siguiente y cuando llevábamos sólo una hora le dije que tenía que irme a coger un tren. Había quedado con mis amigos para jugar al fútbol. La pobre no se podía creer que prefiriera un partido a los grandes artistas italianos.

Perdone, pero yo tampoco. Supongo que le fulminaría allí mismo.

No, porque le hizo gracia mi argumentación: dije que Rafael y Miguel Ángel siempre estarían allí, pero el partido era irrepetible. Antes de salir paró en la tienda del museo y me compró un pack de cuatro vídeos, que le agradecí mucho.

Sí, donde esté la televisión, que se quite la realidad.

Qué va. Precisamente yo he sido hasta hace poco el típico viajero estresado. Un ser patético e insoportable como compañero que antes de salir cogía el plano de la ciudad visitada y marcaba todo con circulitos. Mis amigos me odiaban porque no perdonaba una. Mi frase era: "Tenemos que ir ya, que nos cierran".

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