El Califa, por la puerta grande
El Califa salió por la puerta grande de Las Ventas al cortar dos orejas al último de la tarde, un toro manso y huidizo en una faena muy emotiva en la que destacaron, especialmente, la decisión y la valentía del torero valenciano. Decisión que explicó con un toreo de quietud, manos bajas y templanza, sobre todo con la mano izquierda en unas tandas perfectamente ligadas con el pase de pecho.
El sexto era un cobarde y muy flojo al que recibió de muleta con un pase cambiado por la espalda, y el animal huyó a la puerta de toriles. El Califa inició la persecución y el toro, la huida. Aun así, le arrancó algunos muletazos aislados. Sólo sus ansias de triunfo explican que embebiera al toro en la muleta y su insistencia tuvo el regalo final de unos naturales largos, profundos y muy templados que llevaron la locura a los tendidos. Una tanda final con la derecha, muy ceñida, dejó claro que el torero había impuesto su ley. Se tiró a matar como un león y le concedieron los máximos trofeos.
Aguirre / Liria, Padilla, El Califa
Cuatro toros de Dolores Aguirre (cinco fueron rechazados en el reconocimiento); el 1º, devuelto por inválido; bien presentados, muy blandos y descastados; el sobrero, de Criado Holgado, manso y peligroso; 2º y 3º, de Carlos Núñez, el 1º, manso y descastado, y el 2º, devuelto y sustituido por otro de José Vázquez, manso y con genio. Pepín Liria: estocada muy tendida que hace guardia, un pinchazo, media -aviso- y dos descabellos (silencio); seis pinchazos -aviso- y un descabello (silencio). Juan José Padilla: estocada atravesada, dos descabellos y el toro se echa (silencio); tres pinchazos y estocada baja (silencio). El Califa: estocada muy trasera (petición y dos vueltas); estocada desprendida (dos orejas). Plaza de Las Ventas, 3 de junio. 21ª corrida de feria. Casi lleno.
En su primero, el presidente se ganó una bronca de campeonato porque negó la oreja que una parte de la plaza solicitaba para El Califa tras una labor emotiva pero de tono menor. Acertó el presidente y erraron todos los que creyeron ver un faenón en lo que no fue más que una labor acelerada y embarullada de un valiente. Pero la plaza, cansada de tanto aburrimiento, optó por la sensibilidad ante un torero que ha enterrado a su padre hace unos días y a quien recibió con una cariñosa ovación cuando acabó el paseíllo. El Califa brindó al cielo y se dobló por bajo muy toreramente con un manso que desarrolló genio y mala clase. Arrancó muletazos con la derecha, sin hondura ni templanza, pero que despedían la emoción de un valiente ante el peligro. Así, alternó muletazos enganchados, medios pases y un pase de pecho final largo y lento. Mató de una estocada muy trasera y la sensiblería se apoderó de la plaza. Le obligaron a dar dos vueltas al ruedo, exageradas a todas luces, y llegó la bronca final al presidente, que defendió con su actitud el prestigio de una plaza que los propios espectadores degradaron con su protesta.
Tras la emotividad sensiblera, la realidad de la ruina ganadera actual. Fracaso sin paliativos de la ganadería de Dolores Aguirre y desastrosos remiendos de Núñez y los dos sobreros. Inédito quedó Liria con un lote poco propicio para el lucimiento. Un manso que desparramaba la vista le tocó en primer lugar, y se justificó con valentía. Arrancó algunos muletazos estimables al blando quinto, y a los dos mató muy mal. Padilla, que se presentó vestido para actuar en la ópera Carmen más que para torear, mostró todas sus carencias, que son muchas, con capote y muleta. Puso banderillas con facilidad y toreó, es un decir, con toda la vulgaridad imaginable.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.