_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Analistas de corbatas

Hacer pronósticos y contrastar sus resultados con la realidad es tarea ardua a la que nos acostumbra cada cita electoral. Pues sólo el olvido esconde los pronósticos erróneos y la perspectiva da alas a los explicadores de la realidad. De ahí que muchos economistas den por buena aquella máxima según la cual reconocen no saber predecir el futuro, pero analizan como nadie el pasado. Algo que podría aplicarse también a los historiadores, sociólogos y todos cuantos hacemos de la moderación una metodología de análisis.

Los analistas hacen cábalas sobre los resultados electorales del pasado domingo enfatizando los errores del principal partido de la oposición (falta de liderazgo y de programa, radicalización del voto, desilusión...) y, sin embargo, como viene siendo habitual desde 1995 pocos ojos se detienen en la realidad del gobierno.

El profesor Justo Serna, en un ejercicio de prestidigitación política parece abrir una senda analítica, pero al primer atajo se desvía para ofrecernos unas explicaciones más propias de la ficción que refleja Vicente Verdú en su reciente e interesante ensayo El estilo del mundo que del rigor que exigen los ocho años de gobierno popular.

Afirma Serna, entrecomillando a Robert K. Merton, que "Si los individuos definen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias" y añade que "no sólo es verdad lo que es verdad, sino también lo que la gente define o le definen como tal, siempre que lo acepte, al menos en el sentido de que aquello en lo que acabamos creyendo produce consecuencias sociales, con independencia de que sea falso o no". Primer error. La verdad como ente unívoco y formado en la superestructura de la que depende la realidad es mucho más compleja de lo que se razona en dicho artículo.

Veamos un ejemplo. En nuestra Comunidad el déficit de plazas residenciales para personas mayores era un hecho en 1995 y continúa siendo una realidad en el 2003. Tal enunciado no admite discusión. Sin embargo, el hecho de que en 1995 existiesen 7.200 plazas y en 2003 haya 16.000 entra a formar parte de la misma realidad. ¿Cuál es por tanto la diferencia ante una misma realidad aparentemente contradictoria?

En el primer caso, afirmamos una realidad abstracta, intangible, estadística y en palabras de Verdú, "emocional". En el segundo caso, sin embargo, la realidad es palpable, tangible, exenta de capacidad emocional. Ahora bien, ¿es vistosa, teatralizable y hollywoodiense? Muchísimo menos en cualquier caso que una Expo de Sevilla por poner un ejemplo efímero.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Otro error. Se afirma que "la razón básica del triunfo electoral (de Francisco Camps) es la inmensa, la gigantesca, la desorbitada, la minuciosa y la reiterada campaña de fabricación de realidad, de prestidigitación y de imagen". El socialismo actual sostiene su verdad en el canon de la manipulación. Considera al individuo un ser moldeable, de tarifa plana y con incapacidad para la decisión. Hace cincuenta años, proclamaban a pies juntillas la capacidad del estado por mantener individuos deprimidos con el fin de que era más fácil manipular al ciudadano decaído que al alegre. Hoy, medio siglo después, se postula lo contrario: que el ciudadano entretenido, feliz, alegre o hiperactivo es mucho más manejable.

En ambos casos, se exime al individuo de la capacidad decisoria y con ella de su interés lógico por analizar y tomar decisiones. ¿Cuál es el resultado ante tamaño posicionamiento? El ser humano camina irremediablemente hacia la sima que lo conducirá a la pérdida de voluntad. Y, por tanto, es preciso salvarlo y sacarlo de la senda errónea si antes no cae del caballo camino de Tarso. ¡Salvémoslo, pues! ¿Cuántos salvadores nos ofrecieron durante el siglo pasado una felicidad para el pueblo, sin contar con los individuos, que acabó en tragedia?

Por tanto, una vez más parece retroceder el análisis a un mundo dividido en bloques que aunque desaparecido en 1989 con la caída del Muro de Berlín, algunos continúan considerando válido para sus estrategias. Y de nuevo el exempla clásico puede reforzar nuestro hilo argumental. El ser humano es un ser emotivo que ya no quiere ser espectador sino que exige su protagonismo como actor y cliente, y de ahí que, al contrario de lo que afirma el profesor Serna, el elector acarree el máximo de información posible para su decisión (información que abraza desde el carácter, la forma de ser o el currículo hasta la información relativa a las propuestas políticas).

En el último debate electoral en el canal autonómico entre los principales representantes de los partidos políticos llamó más la atención de muchos comentaristas la corbata de Pla o la pérdida de punch de Ribó que sus respectivas propuestas. ¿Significa ello que a falta de contraste de programas solo cabía fijarse en las emociones?

No en balde, y por fijarnos en los eslóganes que tan de actualidad están como imágenes del sentimiento, quiero hacer patente una última apreciación: el todos y todas socialista hace referencia a la masa, al conjunto, mientras que los populares hemos optado Por las personas, por el ser humano como referente enriquecedor en el que la suma de personas es mucho más rica que el conjunto.

A fuerza de cuestionar lo que denominan "fabricación de la realidad", no hacen otra cosa que rebatir el principio fundamental de la democracia que no es otro que la soberanía popular.

Es, en su conjunto, un punto de vista más irracional, emotivo e incluso sentimental que pragmático. Un punto de vista que aparte de descargar la responsabilidad en el otro, trata de obviar la voluntariedad reflexiva del ser humano. Considerar otros ámbitos de análisis es una tarea lícita y cercana a la política de ficción, más propios de las justificaciones que de la realidad palpable. Y aunque las sensaciones marcan en muchos casos el ritmo político, sería imposible mantener una lucha infructuosa contra los molinos de viento. Esta vez sí, reales.

Rafael Blasco es consejero de Bienestar Social.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_