Luigi Pintor, fundador de 'Il Manifesto'
Personalidades institucionales y ex compañeros de partido despidieron el sábado a Luigi Pintor, uno de los más conocidos disidentes del Partido Comunista Italiano (PCI), muerto en Roma a los 77 años.
La historia de Pintor, arrebatado por un agresivo tumor, se resume en un nombre, Il Manifesto, semanario primero y a partir de 1971 diario comunista, azote de la izquierda institucional y de la política oficial italiana. La última intervención en las páginas del reverenciado periódico, del que fue su director en diversas ocasiones, fue el editorial publicado el 24 de abril pasado, en el que declaraba sin ambages: "La izquierda italiana que conocemos ha muerto". Todo un epitafio para el hombre que, junto a Rossana Rossanda, osó apartarse de la línea maestra del todo poderoso PCI en el tormentoso 1968. Un año después, el comité central del partido votaría por mayoría la expulsión de todo el grupo de Il Manifesto, demostrando con hechos la incapacidad del partido de tolerar el más mínimo brote de disidencia.
"Creo que nos equivocamos", declaraba el domingo Emanuele Macaluso, uno de los históricos del PCI, al evocar aquel episodio. "Eran años difíciles", recordaba Macaluso, "ellos nos reprochaban el no habernos distanciado lo bastante de la invasión de Checoslovaquia, pero al mismo tiempo apoyaban la revolución cultural de Mao, una posición que me parece, todavía hoy, contradictoria". Pintor lo hubiera explicado, de haber podido, con el estilo conciso y profundo que le caracterizó.
Periodista, escritor, diputado en el Parlamento de 1968 a 1987, la biografía de Pintor está profundamente ligada al PCI, un coloso político sólo comparable por dimensiones, fuerza y, probablemente, burocratismo al PCUS soviético. Nacido en Roma en 1925 en el seno de una familia oriunda de Cerdeña, Pintor heredó de su padre la pasión por la música, a la que se hubiera dedicado gustoso si el destino no le hubiera condenado a vivir una época convulsa.
La política, decía el periodista y escritor comunista, habría sido "una curiosidad secundaria en mi vida" si la II Guerra Mundial no se hubiera interpuesto en el camino. Una guerra que en Italia provocó una profunda escisión en 1943, con el nacimiento de un movimiento partisano al que se incorporó el propio Pintor después de que su hermano mayor, Giaime, partisano antes que él, saltara por los aires al pisar una mina ese mismo año. El dolor de aquella pérdida sería en la vida de Pintor el preludio de tragedias mayores. Casado apenas veinteañero con Marina Girelli, miembro como él del movimiento de resistencia, enviudó prematuramente y hubo de apurar el más amargo de los tragos: la muerte prematura también de los dos hijos del matrimonio.
A partir de entonces, la política, la heterodoxia intelectual, se convirtieron en el centro de su vida. Se dedicó en cuerpo y alma a Il Manifesto y a la escritura. Casado en segundas nupcias, se dedicó también a escribir media docena de títulos de éxito; el último, I luoghi del delitto, a punto de publicarse. A la vez se fue consolidando, junto a Rossanda, como el guardián de las esencias del purismo de izquierdas. Un intelectual autónomo, conservador en cierto modo, cuya comprensión exige, como explicaba la nota necrológica publicada en Il Corriere della Sera, un aggiornamento italiano. "Habrá quien encuentre difícil de creer que un periodista de partido, en concreto del PCI de los años cincuenta, haya podido ser un espíritu libre, no sometido a obediencia. Pero la variedad antropológica de los comunistas italianos ha producido también especímenes así". Al menos en la generación de Luigi Pintor.-
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