Banderilleros
Fue una corrida de banderilleros, que no de toreros. Sencillamente, porque no torearon. Se pueden buscar justificaciones, pero lo cierto es que no hubo toreo. Y eso es grave porque uno es un maestro consolidado, y los otros dos, jóvenes que buscan el respeto y la gloria.
Los toros fueron mansos y descastados, y ellos, figuras modernas, ventajistas, aliviadas, que citaron casi siempre al hilo del pitón y con la muleta retrasada. Así no es posible la emoción artística. Así sólo se consigue aburrir al personal.
Quizá la culpa sea del empresario, que repitió el cartel triunfador del año pasado sin caer en la cuenta de que segundas partes nunca fueron buenas. La culpa quizá sea del ganadero, que ha permitido que entre en su casa el virus de la mansedumbre y la falta de casta. Pero, más bien, los culpables fueron los toreros, conformistas e incapaces de superar la más mínima dificultad.
Carriquiri / Esplá, Ferrera, El Fandi
Toros de Carriquiri (uno rechazado en el reconocimiento) -el 2º, devuelto por inválido-, justos de presentación, mansos, sosos y descastados. Luis Francisco Esplá: pinchazo, pinchazo hondo y un descabello (silencio); dos pinchazos, estocada trasera y caída y un descabello (silencio). Antonio Ferrera: pinchazo, media estocada y tres descabellos (silencio); tres pinchazos y el toro se echa (silencio). El Fandi: estocada caída (palmas); estocada caída y dos descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 15 de mayo. 5ª corrida de feria. Lleno.
Tuvo su gracia comprobar ayer las dos caras de Luis Francisco Esplá: la añeja y la moderna, cuya mezcla le ha impedido quizá erigirse en el dueño del escalafón. Ejerce de auténtico director de lidia y busca la plasticidad de estampas del pasado. Así, paró en el centro del ruedo al corretón primero, se puso las manos en la cadera y ambos se miraron fijamente a la espera de que se colocara el picador. Después, lo llevó en un hermoso galleo por chicuelinas y se ganó una cerrada y merecida ovación. Pero ahí se acabó todo. Muleta en mano fue un moderno más, perfilero y ventajista, movido y destemplado. Lo mismo le ocurrió en el cuarto, más parado, y que exigía un torero con otra disposición. Inexplicablemente, le pidió al subalterno El Boni que lo parara de salida, y El Boni no sólo lo paró con eficacia, sino que emuló a su matador y lo dejó clavado en el centro del anillo.
Ferrera tampoco toreó. Se estiró en unas valerosas verónicas en el primero, y hasta más ver. Cierto que era un toro grandullón y descastado, pero el torero se mostró desanimado y con pocos recursos. El quinto rodó por la arena varias veces durante la faena de muleta, y se limitó a matarlo entre la indignación del respetable.
Y El Fandi lo intentó con algo más de interés, pero tampoco tuvo su tarde. Le tocó un manso encastado en primer lugar y se limitó a pasarlo sin convicción ni apreturas. Algunos se lo recriminaron, mientras el torero hacía gestos de no entender nada, lo cual es más grave aún. Recibió al quinto con cuatro largas cambiadas en el tercio y se estiró en unas verónicas. El toro era un inválido que el presidente mantuvo en el ruedo, lo que impidió la labor del torero.
Y como no torearon, pusieron banderillas. Pero como las desgracias nunca vienen solas, Las Ventas asistió a unos tercios pesados, sin espectacularidad y sin gracia. Se imponen la obligación de banderillear a todos los toros, con movilidad o sin ella, y ayer, con la excepción de algún par, todo resultó premioso y soporífero. Así no es extraño que alguien echara de menos a El Boni, que, entre capotazo y capotazo, se estiró en dos más que estimables verónicas.
Babelia
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