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Reportaje:

"Vente conmigo, Dejan"

Pesic, un trabajador infatigable, hizo una apuesta personal con Bodiroga

Dejan Bodiroga pasaba sus vacaciones, el pasado verano, en una isla griega cuando recibió una llamada telefónica primero y un fax a renglón seguido. El interlocutor, en ambos caso, no era otro que Svetislav Pesic. "Acabo de fichar por el Barcelona. Quiero que vengas conmigo", le dijo el técnico al jugador por el que suspiraban los mejores clubes europeos. Dejan acababa contrato con el Panathinaikos y tenía claro que su ciclo en Grecia había llegado a su fin. A Antonio Maceiras, secretario general del baloncesto azulgrana, empezaron a entrarle sudores fríos. Sabía lo mucho que podía costar la contratación de una figura como Bodiroga. Pero, "echando mucha imaginación al asunto", cuenta Maceiras, "y con el compromiso adquirido por Pesic en esta contratación, decidimos echar el resto". Entre Pesic y Maceiras lograron convencer a Bodiroga. En ese momento se agotó el presupuesto del equipo, de unos 12 millones de euros.

Sin embargo, surgió poco después la posibilidad de vestir de azulgrana a otra de las piezas más cotizadas en Europa: Gregor Fucka. No había dinero pero la directiva azulgrana se arriesgó al máximo y fichó al cuatro esloveno-italiano a pesar de que el Tau le ofrecía cuatro años y una cantidad ligeramente superior. Pero Fucka deseaba fichar por el Barcelona, que logró equilibrar su presupuesto poco después, cuando llegó a un acuerdo con Okulaja para rescindir su contrato. Se completaba la ecuación: dos fichajes de relumbrón, a los que había que añadir el de Femerling, frente a cinco bajas, las de Rentzias, Digbeu, Karnisovas, Okulaja y Camata, hacían posible que el coste de la plantilla acabara siendo incluso 155.000 euros inferior a la de la pasada temporada.

Cuando Pesic aterrizó en el Palau, nada más proclamarse campeón del mundo con Yugoslavia, era consciente de que empezaba lo duro. En un abrir y cerrar de ojos, todos los resortes que giran en torno al equipo de baloncesto se pusieron en tensión: jugadores, cuerpo técnico, médicos, fisioterapéutas, empleados del club. Se sabía que Pesic exigiría lo máximo de cada uno, pero se desconocía hasta qué punto. Durante los primeros meses, cada día era una sorpresa. El técnico empezó modificando los horarios de entrenamiento y ahora controla hasta el más mínimo detalle: qué hace cada jugador, qué come, a qué hora llega, a qué hora se va.... El baloncesto, su equipo, son sus principales preocupaciones. Tanto, que apenas dedica tiempo al ocio o a aprender castellano. Prefiere levantarse cada mañana con un resumen de prensa sobre el baloncesto de todo el mundo, mientras se fuma un purito. No le interesan las opiniones, pero sí los datos, los resultados, las estadísticas.

Los jugadores, que estaban acostumbrados a ejercitarse una hora por la mañana y como máximo dos por la tarde, pasaron a entrenarse dos horas y media por la mañana y otro tanto en sesión vespertina. Pesic ha llegado a programar sesiones a las dos y a las tres de la tarde e, incluso, a mantener a los jugadores cinco horas consecutivas en el Palau, entre sesiones de vídeo y entrenamientos físicos, como sucedió tras perder en Alicante. Los días de fiesta desaparecieron casi por completo de las agendas de los jugadores y del cuerpo técnico. En los dos primeros meses, sólo tuvieron dos días libres y con condiciones. "No paras; estás siempre temblando, pensando en lo que te va a mandar", confiesa un empleado del club.

Pesic ha dejado ver también su lado más humano. Instalado en Esplugas de Llobregat -vive justo detrás del hotel en que concentró el Barça durante la final a cuatro-, gusta de compartir un café con sus colaboradores. Y cuentan que, en la distancia corta, es una persona afable. Todo lo demás, es baloncesto.

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