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Crónica:CICLISMO | Giro de Italia
Crónica
Texto informativo con interpretación

Cipollini tira la toalla

Triunfo de Fabio Baldato por descalificación de Robbie McEwen, que le cerró en el 'sprint', en la segunda llegada masiva

Carlos Arribas

A Robbie McEwen, en el Tour, le levantó una etapa Óscar Freire colándose por las vallas y el veloz australiano del Lotto, famoso por su audacia, confesó el día siguiente: "Jo, parezco un novato; mira que dejar a uno meterse por las vallas..." Un sprinter que se respete, evidentemente, no puede dejar que le tomen el pelo. Y McEwen se quiere mucho, como demuestra siempre que puede. Ayer, cuando la segunda etapa del Giro por fin terminaba, el australiano se desgajó del tronco principal del sprint -el que formaban los naranjas del Panaria- y abrió su propia rama a unos 150 metros de la llegada. Saltó por el centro de la amplia avenida. A su rueda llevó pegado al veterano Fabio Baldato, quien intentó la remontada por la derecha de McEwen, entre el australiano y las vallas. Viendo por debajo del sobaco -el ángulo de visión de los sprinters- que el italiano amenazaba con repetir la jugada de Freire un año antes, McEwen, ligera pero perceptiblemente, empezó a cerrarse hacia la derecha, convirtiendo en embudo el pasillo por el que adelantaba Baldato. Se cerró tanto que le cerró el paso. Se quejó tan visiblemente Baldato, que juega de local en el Giro, que el jurado descalificó a McEwen, un sprinter que, definitivamente, no sabe manejarse con las vallas.

Entre unas cosas y otras, Aitor González, el español con pretensiones, ya es el décimo en la general
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La peripecia McEwen-Baldato fue lo más vistoso de la etapa, corrida a 37 kilómetros por hora, lenta, bajo el asfixiante calor de las Pullas, pero no lo más significativo. Tuvo más valor simbólico, por ejemplo, la actuación de Marco Pantani, El Pirata, que se levantó juguetón. Llegó un puerto de tercera no muy lejos de la meta, mandó a sus fieles Clavero y Conti acelerar la marcha y en un santiamén el cansino y único pelotón de casi toda la etapa se convirtió en tres agobiados pelotoncitos. Bien jerarquizados: por delante los de Pantani con los grandes favoritos; en medio, unos cuantos sprinters,incluido la maglia rosa, Alessandro Petacchi; en el tercero, más sprinters, entre ellos Mario Cipollini.

Mientras el grupo intermedio consiguió enlazar -aunque el esfuerzo fatigó a Petacchi, quien no llegó con fuerzas para lograr su segunda victoria de etapa-, Cipollini, acompañado por casi todos sus domésticos -airados trabajadores que llevan meses sin cobrar-, tardó poco en tirar la toalla. El sueño del 41º triunfo de etapa en el Giro, del récord de Alfredo Binda, sigue siendo inalcanzable para el campeón del mundo, quien no es, en estos momentos, el hombre más feliz del mundo.

Más contento, bastante más, está Aitor González, el español con pretensiones, quien entre unas cosas -el primer día se vio favorecido por un corte que le dio 7 segundos de ventaja sobre Frigo, Garzelli y Rumsas- y otras -los múltiples cortes finales de ayer- ya se ve décimo en la clasificación general, el mejor situado de los favoritos, a igualdad de tiempo con Gilberto Simoni. El líder del Fassa Bortolo se mueve como pez en el agua en el estilo italiano de correr las etapas -muy lentos al principio, un poco más rápidos al final, prohibidas las escapadas- y disfruta con el calor de los primeros días de un Giro que vivirá sus primeros sobresaltos el viernes, con la llegada al Terminillo, el primero de los cinco finales en alto propuestos por los organizadores.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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