El 'caso Igor': una injusticia
Le regalo a cualquier ciclista, asmático o no, todo el salbutamol que quiera, que seguro que no gana el Tour de Francia gracias a ese medicamento. En todo caso, lo perdería. Su exceso en el cuerpo tiene efectos negativos para el rendimiento. Entre otros, incrementa el nerviosismo y el riesgo de deshidratación. Así, pues, no tiene sentido científico la acusación de que la alta concentración de salbutamol en la orina de Igor González de Galdeano es síntoma de su uso dopante y de que no se lo administró inhalándolo, la vía permitida.
Igor es un ciclista asmático que dispone de un certificado médico que le permite utilizar en las competiciones Ventolín, nombre comercial del salbutamol, un broncodilatador, por vía inhalatoria. Es una medicación de rescate, lo que significa que debe usarse las veces que el enfermo crea que le hace falta para superar sus crisis. Igor sufre además un angioedema, por lo que elimina el medicamento más lentamente que otras personas.
La sentencia del Consejo de Prevención y Lucha contra el Dopaje (CPLD) señala como agravante que, aparte de la concentración de 1.360 nanogramos por mililitro de orina detectada en el análisis del 12 de julio de 2002, en los efectuados el 24 de mayo y el 10, el 11 y el 14 de julio se encontraron 796, 560, 684 y 904 nanogramos por mililitro respectivamente. Estas cifras indican, en todo caso, que el organismo de Igor fue acumulando salbutamol día tras día, que sufría problemas para eliminarlo.
Hay una prueba de laboratorio para determinar si la alta concentración de salbutamol se debe a una administración reciente (salbutamol libre) o a una acumulación de tomas antiguas (salbutamol conjugado o sulfatado). Una prueba que no se le ha efectuado a Igor.
El salbutamol acumulado se asocia en el organismo a una proteína y así se elimina por la orina, conjugado. El de reciente administración, en cambio, se elimina tal cual.
El caso Igor no es un asunto de dopaje, sino un problema de salud. Por lo tanto, la sanción que le ha impuesto el CPLD es totalmente injusta.
Igor no es un caso aislado. Según un estudio epidemiológico efectuado en Francia, el 30% de los ciclistas profesionales sufren de asma mientras que el porcentaje de la población general con la misma dolencia es del 7%. Los ciclistas cambian cada día de hotel; de habitaciones enmoquetadas, en las que pululan los agentes alergénicos. Y en la carrera ventilan seis veces más aire que un automovilista, por ejemplo, con lo que están más en contacto con el polen u otros agentes agresivos.
La sanción a Igor emite un mensaje peligroso para la función social del deporte. Parece querer decir que un asmático nunca podrá ser deportista de élite y mata la función ejemplar que puede tener Igor para otros enfermos de asma.
Pedro Celaya es médico del equipo ciclista ONCE-Eroski.
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