El factor humano
Los personajes que se mueven por la fórmula 1 componen un magnífico muestrario de las glorias y miserias de la existencia, desde la dura lucha por la supervivencia hasta la implacable lógica del ganador y el perdedor. Los hay que crujen bajo la presión y transmiten sensaciones de plomo; otros, aquéllos a quienes el destino ha escogido para regalarles el triunfo, respiran ingravidez.
Fernando Alonso, por ejemplo, pasea sus patillas ante la adusta mirada de la ortodoxia, bromea inconsciente en el podio mientras suena el himno alemán y declara, quitándose importancia, sentado junto a Michael Schumacher y Rubens Barrichello, que la carrera "fue tranquila" una vez que se colocó entre los Ferrari. Tal que acabara de volver a casa después de llevar los niños al colegio.
Schumacher, aparentemente impasible, con cara de esfinge, empieza a pensar como Ricardo II. Transmite la sensación de que el suyo ha sido un triunfo difícil. Su psico-analista debería advertirle de que está conjurando su miedo a quien ha llegado a la pista para destronarle. Barrichello, el perdedor. Cara de circunstancias. Balbuceo de excusas. Tediosas explicaciones sobre neumáticos y desajustes técnicos. Verle producía tristeza. Alguien oyó crujir el suelo bajo sus pies.
Hubo otros que también crujieron bajo la presión. Y quien peor lo pasó fue Ralph Schumacher, humillado varias veces durante una carrera que querrá olvidar rápidamente. Primero tuvo que reconfirmar la vieja maldición de que le tiemblan las neuronas cuando tiene a su hermano delante o detrás. Pero esto no fue lo peor. Alonso le adelantó dos veces y en ambas,por no apartarse a tiempo, acabó enseñándole la mano, que no el puño. Al piloto de Williams le costó dos banderas azules de los comisarios. Aguantó por poco en su quinta plaza, pues, si la carrera hubiese durado un par de vueltas más, se la habría robado el sorprendente Cristiano da Matta.
La imagen del día, sin embargo, podría ser la figura imponente de Flavio Briatore, encabezando un mar azul y amarillo -Renault-, dirigiéndose al lugar donde su protegido, Alonso, iba a subirse al podio. Al pasar frente a los boxes de Ferrari, el patrón de Renault dirigió una mirada escueta, como un aviso. "Sentid mi aliento en el cogote", parecía decirles.
Y, hablando de colores, el rojo retrocede. Algunos tenemos sentimientos contrapuestos. Además de rojo, Montmeló era ayer azul y amarillo. Y es que hay una ventaja; no son sólo los colores de Renault; también son los de Asturias.
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