Unos y otros
A veces, en Andalucía, poder y oposición se ponen de acuerdo en algo. Unos acusan a los otros, y viceversa, de usar, para sus campañas electorales, fondos de las administraciones que controlan. Es decir: que unos, según los otros, y otros, según los unos, dedican los presupuestos destinados a "publicidad institucional" a realizar campañas publicitarias para pedir el voto para su partido. Un dinero que iba destinado a informar a la población se dedica a hacer propaganda de lo buenos que son los responsables públicos. Lo malo del caso es que tanto unos como otros tienen razón; lo que no es precisamente un consuelo, porque indica que, gane quien gane en las urnas, se seguirá haciendo el mismo uso de la "publicidad institucional", un uso que se parece demasiado a lo que prevén los artículos 434 y 435 del Código Penal de 1995, en el capítulo destinado a la malversación.
Este año, en el que hay elecciones municipales y estamos ya en vísperas de las autonómicas, la Junta de Andalucía ha incrementado su capítulo de propaganda en cerca de un 40%. Ya sé que resulta demagógico hacer ciertas comparaciones, pero esa es la realidad: los fondos destinados a paliar el creciente problema de los malos tratos familiares sigue siendo, más o menos, el mismo, lo que no parece preocupar en exceso al Instituto Andaluz de la Mujer, que depende, por cierto, del mismo consejero encargado de la Propaganda.
Pero, al margen de la Junta, también las administraciones -ayuntamientos y diputaciones- que dependen del PP, de IU, del PA o del PSA están bajo sospecha, como muy bien recogía un recuadro publicado en la página 3 de este cuadernillo el martes pasado. Todos hacen lo mismo, aunque, naturalmente, sólo les parece mal lo que hacen los rivales políticos. Esto es lo verdaderamente grave: que a todos los partidos con representación parlamentaria en Andalucía -que, no olvidemos, sigue siendo una región subsidiada por la Unión Europea- les siga pareciendo bien gastar la pólvora en salvas. Porque, siendo como somos, una región Objetivo 1 de la Unión Europea, nos portamos como si fuéramos ricos; nuevos ricos, por más señas. Las sedes administrativas andaluzas son esplendorosas, tenemos un fastuoso parque móvil y cada responsable político -incluyendo algunos alcaldes de pueblo- se hace rodear cuando sale del despacho por, al menos, media docena de asesores.
Como si fuera un carnaval, la víspera de las campañas electorales viene a ser un periodo de gracia en el que se toleran los mayores disparates. Hace tres años, en vísperas de las legislativas, fue la entonces alcaldesa de Málaga -la inolvidable Celia Villalobos- quien demostró más desparpajo y desvergüenza: presentó una maquetilla que dijo que era un plan para el río Guadalmedina y la dio a conocer a la ciudadanía a través de un lujoso catálogo que se distribuyó con los periódicos locales y que financió la Confederación Hidrográfica.
En los últimos años, unos y otros han hecho cursillos intensivos de desparpajo. Por lo visto, la sobriedad -virtud democrática olvidada en estas tierras- no es rentable electoralmente. ¿Cuál será el político más desvergonzado de esta campaña? Es una elección muy reñida y aún quedan tres semanas para las municipales. Veremos de todo.
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