Astarloa rompe un mito
El corredor vasco, primer español que gana una clásica belga
Más de 100 años de historia del ciclismo han tenido que transcurrir para que un corredor español haya podido imponerse en una carrera clásica en Bélgica. El honor le ha correspondido a Igor Astarloa, un vizcaíno hecho ciclista en Italia, que se ganó ayer la muy dura, difícil y complicada Flecha Valona, una de las pruebas con más valor simbólico del calendario mundial. Lo hizo en solitario, con un puñado de segundos de ventaja sobre otro vasco, el guipuzcoano del iBanesto.com Aitor Osa, quien había llegado junto a Astarloa al pie de la dificultad decisiva, el terrible muro de Huy, una cuesta imponente de 800 metros al 13%, con una curva en la que el desnivel alcanza el 25%, para sufrir en los últimos 200 metros un ataque devastador del suelto Astarloa.
Osa, segundo, permite el doblete español en una de las pruebas con más valor en el calendario
Formaban parte los dos de una escapada de 15 corredores integrada en el kilómetro 65, a 135 de la meta, un grupo que se aprovechó del estrecho marcaje entre los grandes favoritos -Di Luca, Casagrande, Ullrich, Boogerd, Basso, Bartoli- para decidir la prueba. A falta de 11 kilómetros, coronando la cota de Ahin, la penúltima del día, Astarloa, que mostró toda la jornada unas increíbles dotes de frescura, decisión y claridad de ideas, se fue solo. Osa gastó casi todas sus fuerzas para alcanzar a su amigo -ambos se entrenan frecuentemente juntos-, quien lo esperó para dejarlo en la última curva, cuando ya el corredor del iBanesto.com no podía más.
Se rompió así el tan extendido mito de la incapacidad innata de la raza española, la que tantos escaladores y hombres de pruebas por etapas ha producido, para generar corredores ganadores de carreras de un día. Lo hizo Astarloa, un hombre del 76, de la generación del otro iconoclasta, el dos veces campeón del mundo Óscar Freire. Pero mientras la especialidad de éste es correr poco y ganar mucho, a Astarloa le ha costado mucho alcanzar una victoria resonante. "Igor es un caballo colocado", decía siempre Sabino Angoitia, su director en el Baqué, uno de los equipos de aficionados en que compitió. "Llega siempre delante, pero le cuesta ganar". En su palmarés figuraba hasta ayer sólo un triunfo, la Clásica de Amorebieta de 2001. A su lado, un montón de puestos entre los 10 primeros, incluidos dos segundos en pruebas de Copa del Mundo, San Sebastián y Hamburgo, en 2002. A esta tendencia contribuía en cierta manera la naturaleza un tanto conformista de Astarloa, quien muchas veces no buscaba la victoria por no arriesgarse a perder un buen puesto. Pero el pasado domingo, en la Amstel Gold Race, Astarloa rompió la costumbre y acabó décimo después de arriesgarse en un ataque en los últimos kilómetros. Ayer repitió táctica y triunfó.
"Este triunfo es muy importante, y más por ser el primer español que gana la Flecha", dijo un feliz Astarloa en la meta. Pero más feliz incluso estaba Giuseppe Martinelli, el director italiano que siempre confió en él. En enero de 1999, falto de ofertas de equipos españoles, Astarloa se embarcó en la aventura italiana aconsejado por Martinelli. Se fue a vivir a las orillas del lago de Garda, con una familia que se ha convertido en su segunda casa.
El primer año lo pasó triunfando en un equipo aficionado, dirigido por el exprofesional Bruno Leali, pero en 2000 ya se hizo profesional. Era ya un corredor con maneras italianas, con gustos italianos, de estilo italiano, amante de las carreras de un día. Debutó en el Mercatone Uno de Pantani y Martinelli, y cuando el director italiano riñó con el Pirata, se llevó consigo a Astarloa al Saeco. Allí, pese a la presencia imponente del líder Di Luca, a Astarloa, que vive en Bérriz, el pueblo de Marino Lejarreta, le garantizó un papel de líbero, le dio una libertad que finalmente ha rendido.
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