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Reportaje:EXCURSIÓN | CAÑONES DE PIRÓN Y VIEJO

El maravilloso país del Tuerto

Cuevas, ermitas y árboles centenarios llenan este rincón del sur de Segovia, cuna del último bandido de la sierra

Fernando Delgado Sanz había nacido al pie de la sierra en la aldea segoviana de Santo Domingo de Pirón, tenía una nube en el ojo izquierdo y era buscado, desde 1868, por bandolero. Lo primero y lo segundo explican su alias: Tuerto de Pirón. Lo segundo y lo tercero, la copla: "Mucho ojo con el Tuerto, / que el que le sigue la pista, / fijo que termina muerto, / que es tuerto de doble vista".

La verdad es que el Tuerto nunca mató a nadie, si exceptuamos a un compinche suyo. Era un bandido piadoso e incluso frecuentaba la iglesia, como cuando escaló en 1880 la torre de la de Tenzuela, un asalto que lo catapultó a la fama y dio pie a esta jocosa variante de la copla susodicha: "Tened ojo con el Tuerto, / que es ladrón que nunca avisa, / capaz de robar al cura / el copón diciendo misa".

A través de praderas salpicadas de sabinas, llegamos ante la pared del cañón

Aunque el Tuerto fue apresado al poco de aquello, para entonces ya había establecido un récord legendario: más de 15 años esquivando a la Benemérita de escondite en escondite, así fuera un simple árbol hueco. Y, como no hay dos sin tres, hasta mucho después de su muerte -ocurrida el 5 de julio de 1914 en la cárcel valenciana de San Miguel de los Reyes-, pudo sentirse esta tercera copla: "Mientras existan tocones, / le van a coger al Tuerto.../ ¡por los cojones!"

La comarca que surcan el río Pirón y su afluente el Viejo es, si uno se para a pensarlo, un buen lugar para entrenarse en las técnicas del bandidaje. Pueblan sus riberas chopos y fresnos añosísimos, en cuyos troncos carcomidos podría esconderse cómodamente, no ya un forajido, sino toda la familia Dalton. Horadan las paredes de sus cañones cuevas como la de la Vaquera o la de la Mora, muy útiles para lo mismo.

Y en todos los pueblos del contorno, desde Sotosalbos hasta Villovela, se alzan iglesias románicas donde el Tuerto pudo aprender piedad, escalada y, como no era ciego, arte del bueno.

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Una de esas joyas románicas es la ermita de la Virgen de la Octava, que descuella sobre un cerro triguero a las puertas de Peñarrubias de Pirón, pueblo donde hoy iniciamos nuestro paseo rodeando las casas por la calle más alta y saliendo hacia el sureste por el camino de Cabañas de Polendos. Hay un primer desvío a una granja, que no cogemos, y a los cinco minutos, otro bien señalizado por el que bajamos al río Pirón culebreando a través de un espeso encinar.

Avanzando aguas arriba, enseguida rebasamos las ruinas del molino de Covatillas, del siglo XIX, y como a media hora del inicio, las del caserío del mismo nombre, éste del XVIII, con su arqueado puente de piedra rubia, su fuente decorada con nobles armas y leones y su anciana arboleda de álamos, fresnos y nogales sombreando un cuadro de estricta soledad e indecible melancolía.

Siempre por la misma orilla, y a través de espléndidas praderas salpicadas de sabinas, nos plantamos en una hora ante la pared del cañón de la que cuelga la ermita rupestre de Santiaguito, del siglo XVIII. Y justo enfrente, cruzando el Pirón por un puente de tablas que hay un poco más arriba, descubrimos la cueva de la Vaquera, cuya antigüedad, como guarida humana, se remonta al 4000 antes de Cristo.

A unos 200 metros de la cueva, aguas abajo, afluye al Pirón el río Viejo, que también surca un hermoso cañón, éste de más pura y desnuda caliza. En él nos adentramos buscando un vado que nos permita cruzar el río Viejo -lo cual no siempre resulta fácil- y subir por la margen contraria hasta llegar a una fuentecilla que brota al pie de un espolón rocoso. Ahí mismo, casi en el borde superior del cañón, se esconde la cueva de la Mora, con un sepulcro excavado en la roca del tamaño de un niño, o de un eremita chiquitín.

Más adelante -a unas dos horas del inicio-, los restos lastimosos del corral de Máximo y sus lánguidos almendros señalan la hora, no menos triste, de volver. Bajando por la margen derecha de ambos ríos, y cruzando el Pirón por el puente de Covatillas, cerramos en Peñarrubias esta gira por el país del Tuerto, cegados por tanta belleza.

Ruta señalizada con letreros

- Dónde. Peñarrubias de Pirón (Segovia) se encuentra a 115 kilómetros de Madrid y tiene su acceso más cómodo yendo por la carretera de A Coruña (A-6) hasta San Rafael y luego por la N-603 hasta la capital segoviana, siguiendo a partir de aquí las indicaciones viales hacia Valladolid (CL-601), Turégano (C-603) y Peñarrubias.

- Cuándo. Primavera es la mejor época para realizar este itinerario circular de 12 kilómetros, que se tarda en recorrerlo unas cuatro horas. Tiene un desnivel acumulado de 100 metros y una dificultad media-baja. Sólo plantean algún problema en el recorrido el cruce del río Viejo -cuando baja crecido- y la localización de la cueva de la Mora, que no está señalizada con letreros de madera, como el resto de la ruta.

- Quién. La Asociación para el Desarrollo Rural de Segovia Sur (Ctra. de Segovia, 5; Espirdo, Segovia) ha señalizado ésta y otras rutas de senderismo por la zona. Asimismo, ha publicado guías con croquis que pueden socilitarse llamando al teléfono 921 44 90 59, o bien consultarse de forma directa en Internet: www.a-segovia.com

- Y qué más. Si no disponemos del citado croquis, será necesario llevar el mapa 18-18 (Turégano) del Servicio Geográfico del Ejército, o la hoja equivalente (457) del Instituto Geográfico Nacional.

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