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TIROS LIBRES
Columna
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Obsesión

Los campeonatos no siempre se ganan en las finales. Hay momentos que quedan registrados como fechas clave y luego son recordados incluso por encima del día determinado donde se recoge el trofeo. Por poner un ejemplo, nadie duda que la temporada pasada los Lakers ganaron el campeonato en el séptimo partido de la final de la Conferencia Oeste frente a los Kings de Sacramento, aunque el premio lo hicieron efectivo en la final ante los Nets.

El Barça se enfrenta esta semana a su cita definitiva en Grecia ante el Olympiakos, uno de sus más encarnizados rivales en el enésimo intento por conseguir su santo grial, el máximo galardón continental, un vacío en su historial que una y otra vez se les ha resistido. Los azulgrana son como esos actores que llevan años en primera fila, que cuentan en su haber con grandes actuaciones y que, por unas cosas o por otras, nunca se llevan el Óscar. Aunque sea por insistencia, los barcelonistas se merecen conseguirlo, pero no parece Atenas el mejor sitio para jugarse tanta ilusión y esfuerzos, humanos y deportivos. La historia reciente está llena de reveses en aquellas tierras, por mucho que el baloncesto griego no pase por su mejor momento. Aunque en lo que se refiere al terreno puramente deportivo las denominaciones de origen han pasado a mejor vida, y lo de griego, español o italiano es casi un puro formulismo viendo las procedencias de sus jugadores.

A Grecia viajará el Barça a luchar no sólo contra un buen equipo, sino contra el peso que supone demasiados fracasos. Cierto que a lo largo de los últimos 20 años han cambiado muchos jugadores y algunos entrenadores, pero parece que esa carga se lleva en la camiseta, aunque la lleves puesta recientemente. Unas veces, por encontrarte con equipos intratables como fue la Yugoplastika de Kukoc, Radja y compañía, causante de la sequía de una generación mágica como la de Solozábal, Epi y Sibilio; otras, por mala suerte, como la canasta de Montero en París, y casi siempre, por no poder rendir en buenas condiciones en los instantes decisivos, el caso es que esta aventura deportiva del Barcelona es un más difícil todavía. Este año parecía ser el definitivo. Un jugador como Bodiroga, casi infalible en el juego al borde del precipicio; Fucka, que es lo más parecido a Gasol (salvando las distancias) que hay en el panorama europeo; un entrenador yugoslavo (otras de las premisas casi sagradas); Dueñas en una gran temporada; Navarro más maduro: Jakicevicius; De la Fuente recuperado... Encima, la final a cuatro en Barcelona. Todo cuadraba. Pero en el deporte, dos y dos no siempre son cuatro y resulta que, al final, te lo juegas todo en el peor de los escenarios posibles. Las ultimas actuaciones no han sido satisfactorias. Derrota en Eslovenia, match-ball salvado en Barcelona ante el Olympiakos, paliza recibida frente a Estudiantes. ¿Será el síndrome Copa de Europa?

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