Un lugar que deja de piedra
Enormes bolos de granito salpican este paraje de Ortigosa del Monte, en la zona meridional de Segovia
Berrueco es una palabra castellana que aparece escrita por primera vez en 1490, pero cuyo origen se supone muy anterior. Procedería, según los sabios etimólogos, de un hipotético verroccon con que los indígenas prerromanos denominaban a los enormes bolos graníticos que se presentan en mitad del campo, como caídos del cielo. Considerando que la cuarta parte del solar ibérico era (y es) de granito y que entonces se habitaba sobre las peñas, cabe inferir que sería un término mucho más usado que su equivalente actual, sobre todo en frases del estilo de: "Fulano tiene el rostro más duro que un verroccon" o "estoy de Mengano hasta los verroccones".
Acabemos la reseña lingüística consignando, como curiosidad, que el mismo origen que berrueco tuvo la voz portuguesa barroco -perla de forma irregular-, la cual se fundió luego con el nombre Barocco -un tipo de silogismo escolástico, considerado absurdo- y acabó designando un estilo artístico extravagante, con el que poco tienen que ver los toros de Guisando, el acueducto de Segovia, las murallas de Ávila, el monasterio de El Escorial y otras obras de piedra berroqueña que ha parido el genio, más bien austero, de cuantos han hollado la piel de toro. Lo que demuestra, como ya señaló Borges, que la etimología es una disciplina muy entretenida, aunque inútil.
Berruecos, berrocales, berrocalejos... El mapa de España está lleno de topónimos que indican su presencia, señaladamente en las estribaciones de Gredos y Guadarrama. Peñascos son como huevos de los que eclosionó siempre lo mejor del alma castellana. Berruecos de Ávila, entre los que se incubó Teresa de Jesús. Berruecos de Madrid, los de La Pedriza del marqués de Santillana. Berruecos de Segovia, como los que sin duda palpó el arcipreste de Hita -muy amigo de tentar redondeces- camino de Otero de los Herreros. Aquí, recostados en las faldas de la Mujer Muerta, nos aguardan hoy el pueblo de Ortigosa y su monte El Berrocal.
En busca de este último, salimos andando de Ortigosa por la carreterilla que conduce a Otero de los Herreros y, justo antes de las últimas casas, doblamos a la derecha por el camino de Fuentemilanos. Es una buena pista de tierra, señalizada en su inicio con un panel informativo y luego con estacas con la punta pintada de color rojo, que enseguida vira a la izquierda y que, después de rodear unos corrales, desciende suavemente por una verde ladera poblada por los típicos fresnos mochos -podados sin dejar una rama para alimentar al ganado en invierno- y por los berruecos -aún no muy grandes, pero todo se andará- que dan nombre a este paraje.
Ignorando dos desvíos consecutivos -primero a la izquierda y luego a la derecha-, nos plantamos en media hora ante una vieja cantera junto a la que descuellan bolos colosales. Encaramarse a ellos es imposible, salvo que nos sea dado el don de levitar, pero en los alrededores hay otros berruecos más escalables que permiten ver, por sobre el melojar circundante, un bonito panorama: al norte, el palacio rosa de Riofrío y la capital segoviana; a naciente, la sierra de la Mujer Muerta; al sur, Otero de los Herreros; y a poniente, el valle del río Herreros, ahondándose entre laderas calcáreas tapizadas de encinas. Este curso es nuestro próximo destino.
De nuevo en el camino, que cada vez se muestra más deteriorado, continuamos bajando entre peñas orondas hasta llegar a una antigua mina de cobre en la que se aprecian restos de verde malaquita. Justo aquí, el granito del berrocal da paso al terreno calizo, y con él irrumpe un espléndido bosque de quejigos. Ya sólo nos resta franquear una portilla metálica para alcanzar, como a una hora del inicio, la orilla del río Herreros. Sus ribazos de blanda hierba son un buen lugar para, antes de volver por el mismo camino, "rumiar el pasto del paisaje recién contemplado". La frase es de Unamuno, otro que empolló su alma en los berrocales de Castilla.
En cualquier época y con niños
- Dónde. Ortigosa del Monte (Segovia) dista 78 kilómetros de Madrid. Se va por la carretera de A Coruña (A-6) hasta San Rafael y luego por la de Segovia (N-603) hasta el desvío señalizado a la altura del kilómetro 78,7. También se puede acceder en los trenes regionales Madrid-Segovia (Renfe, teléfono 902 240 202), apeándose en la estación de Ortigosa, que se halla a un kilómetro del pueblo.
- Cuándo. Cualquier época es buena para dar este paseo de siete kilómetros y dos horas -ida y vuelta por el mismo camino-, con un desnivel de 140 metros y una dificultad muy baja. Por su sencillez, es perfecto para hacerlo con niños pequeños.
- Quién. La Asociación para el Desarrollo Rural de Segovia Sur (Carretera de Segovia, 5; Espirdo; Segovia) ha señalizado ésta y otras rutas de senderismo por la zona. Asimismo, ha publicado guías informativas con croquis de cada uno de los itinerarios -28 en total-, que pueden socilitarse llamando al teléfono 921 449 059 o bien consultarse de forma directa en Internet: www.a-segovia.com
- Y qué más. Cartografía: mapas 17-19 (Valverde del Majano) y 18-19 (Segovia) del Servicio Geográfico del Ejército, o bien las hojas equivalentes (482 y 483) del Instituto Geográfico Nacional.
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