Sisa en el Sidecar galáctico
Sisa es Sisa, que diría Cruyff. Lo que traducido significa: Sisa era Sisa hace 30 años, cuando entre él y el mundo se interponían un puñado de dioptrías, y lo sigue siendo ahora, cuando gracias a los increíbles adelantos de la ciencia puede prescindir de las gafas. Seguro que habrá quien opine que afirmar que Sisa es Sisa es una parida monumental, pura evidencia, pero no lo es tanto si consideramos que, entre los dos Sisas, el personaje ha transitado por una curiosa senda de heterónimos que le han permitido darse un garbeo por los distintos yos que todos llevamos dentro. Pues eso, que una de las primeras conclusiones que uno saca cuando ve actuar de nuevo al cantante galáctico es que Sisa es Sisa.
Sisa es Sisa. Lo continuó siendo el otro día en Sidecar, donde acabó lanzando vivas a la república galáctica con él como presidente interestelar
Lo fue el otro día en el Sidecar, sin ir más lejos, en este local a la inglesa de la plaza Reial (Factory Club lo llaman) que para celebrar su 20º aniversario está ofreciendo una interesante tanda de recitales. Sisa hizo de Sisa desde el principio, cuando abrió de par en par las puertas de su Cabaret Galáctico y se puso a elucubrar sobre qué pasaría si la sala Sidecar se convirtiera en un sidecar de verdad y, tras librarse de la moto que le une al mundo real, dejara atrás la plaza Reial para dirigirse hacia La Rambla y, en un alucinante recorrido por Barcelona, se encaramara hasta la mismísima cumbre del Tibidabo. "Y con todos nosotros dentro...", remató Sisa, que sin las gafas parece haber adquirido un aire todavía más visionario. Después, ante un público de variado espectro generacional, Sisa cantó canciones de siempre y canciones de ahora, ritmos yeyés, temas galácticos y cosas de aire kumbayá, con Qualsevol nit por sortir el sol o Han tancat la Rambla como banderas. Por cierto, esta última canción, que hace años sonaba de lo más surrealista, parece haberse convertido, con el paso de los años y la pérdida de las dioptrías, en una mera descripción del parque temático que son ahora las Ramblas, con sus tiendas de falsos souvenirs, sus repetitivos hombres estatua, sus bocaterías de franquicia y sus turistas de uniforme erigidos en protagonistas casi únicos.
En fin, que por si alguien lo dudaba, a sus múltiples méritos, Sisa puede añadir el de profeta. Sisa no dijo nada en el Sidecar de la piratería musical, tema que le preocupa hasta el punto de haber publicado varios artículos en contra. "No puede ser que a los pocos días de publicar un álbum, alguien lo cuelgue en Internet y se lo pueda bajar todo el mundo sin pagar", le oí decir hace unos meses. "Si esto sigue así, a los cantantes no nos quedará más remedio que dejarnos de grabaciones y volver a hacer como los trovadores, que se ganaban la vida cantando de bar en bar". Es un hecho que el negocio del top manta pone a Sisa de los nervios, y todavía más cuando piensa que las discográficas no parecen estar haciendo mucho para frenar la proliferación de discos pirata. En resumen, que está muy bien lo de ser surrealista, galáctico y si se tercia profeta, pero Sisa no tiene un pelo de tonto.
Mientras Sisa seguía alucinando en el escenario, mientras veía su sidecar imaginario (¿repleto de boletaires?) despegando hacia galaxias lejanas hasta convertirse en un ovni, un joven de veintipocos años que se hace llamar Big Dae, mochila en ristre y micro camuflado, grababa su actuación amparado en el anonimato del público. Cuando le comenté que a Sisa no le gustaría lo que estaba haciendo, se defendió. "No creo que le molestara", dijo. "Si lo grabo es porque me gusta lo que hace. Sisa está en contra del top manta y yo también, porque detrás de esto está la mafia, como dice Manu Chao. Lo que yo hago es muy distinto: grabo este concierto porque es un testimonio, pero no pretendo hacer negocio. Lo único que quiero es mostrarlo a los amigos en nuestra comunidad virtual Pachanga Sound Server. Esta grabación no tiene suficiente calidad de sonido, pero tiene el valor de que tú estabas allí y de que pueden oírse los comentarios de Sisa entre canción y canción. En este sentido, cada actuación es distinta y vale la pena conservarla". Le di la razón en lo de conservar los comentarios entre canción y canción. Y es que aquella noche Sisa estaba sembrado. Soñó despierto con su sidecar sideral, lo llevó a su territorio galáctico y, ante los solos que se marcaba el de los teclados, hizo un alto para comentar: "Lo que pasa es que Xavi (el de los teclados) es joven y le va el jazz, y se anima a tocarlo entre canción y canción y me desconcierta. Decía Gato Pérez que el jazz es una música para estudiantes. Dios me libre de pensar así, pero preferiría que Xavi se ciñera a mis canciones y no se fuera por los caminos del jazz". Xavi, claro está, le lanzó un "comprendido" con acordes jazzísticos. Es lo que tiene ser músico. Sisa continuó el concierto entre boletaires revolucionarios, banqueros que queman dinero, mujeres que mienten incluso cuando dicen la verdad, catedrales que son edificios singulares, vivas a la libertad, hombres dibujados (¡rescató esta canción original de 1968, casi de la prehistoria sisera!), ramblas cerradas e himnos posmodernos. Fue, en resumen, una velada redonda. Galáctica, como diría Sisa. Al final, entusiasmado por la acogida del público, el cantante llegó a prometer: "Así como en los años treinta, con la llegada de la República, muchos creyeron que llegaría la repartidora, con obsequios para todos los trabajadores, cuando llegue la república galáctica, yo os prometo que habrá chollos a manta para todos los que estáis hoy aquí". Pues eso, que sólo nos queda esperar la república galáctica, con Sisa como presidente interestelar y con un Sidecar en la bandera.
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