Del andamio al césped
El veterano central del Levante juega con sobriedad y huye de cualquier ostentación
Félix Carballo Martínez (Olivenza, Badajoz, 1968) es uno de esos tipos que acaba agradeciéndole al periodista la entrevista: "Tranquilo, llámame cuando quieras". Sexto hijo de una humilde familia de 12 hermanos, Félix, central del Levante, es sobrio, trabajador y experimentado, cualidades que le han granjeado el respeto de sus compañeros, entre ellos Mijatovic, con quien mantiene una excelente relación. Ambos, junto con otro ex primera, Amato, llegaron en el verano al Levante, firme candidato al ascenso. Los tres sobrepasan los 30 años y son referentes para los jóvenes. Si un día no hay agua caliente en las duchas, piden calma; si el club les hace entrenarse cada día en un campo, tranquilizan a sus compañeros.
El fútbol dio a Félix, ex jugador del Extremadura, la oportunidad de esquivar la construcción, el oficio paterno y de algunos de sus hermanos. "Vi un modo diferente de ganarme la vida. Tuve que decidirme: el fútbol o la obra", afirma quien tuvo que arrimar el hombro desde jovencito: "Todos teníamos que ayudar en casa, pero mientras ibas al colegio aún tenías la posibilidad de escaquearte. Durante un tiempo ganduleé con esa excusa. Luego me tocó compaginar el fútbol con la construcción y, finalmente, ya me dediqué a jugar".
A Félix, quizá porque tiene muy presente sus raíces y continúa arraigado a su tierra, le preocupa lo justo su aspecto: en su presentación en el Levante apareció con unas chanclas y un bañador. Mucho menos le interesa la ostentación. Mientras la mayoría de sus compañeros conduce coches deportivos, él se monta en uno familiar.
Félix comenzó tarde en el fútbol: "Hasta los 16 años no empecé más o menos en serio. No he sido alevín ni infantil. En los pueblos no había entonces escuelas. Jugaba en la calle, con amigos, pero nada organizado. Mi primera ficha la tuve en el juvenil del colegio Salesianos".
Las cualidades de Félix fueron advertidas por los tres clubes extremeños: el Extremadura, el Mérida y el Badajoz. Pero no vaciló: aceptó la oferta del primero, entonces en Tercera, por cariño: "Tuve que vivir en una pensión. Al principio, fue duro porque en mi familia estábamos todos muy unidos. Como no tenía coche, muchas veces hacía autostop".
En el Extremadura Félix jugó 14 temporadas, en las que vivió momentos históricos, como los dos ascensos a Primera en 1996 y 1998. De aquel periplo le quedan muchos recuerdos, como la picardía de un por entonces jovencísimo Raúl: "Tenía un ojo en la nuca. Con 19 años parecía ya consagrado".
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