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Columna
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Deshielo

La tierra negra estaba amasada con hojas podridas de roble y esta unión formaba el humus que escondía el tesoro de las trufas. Por encima de ellas caminaba un poeta buscando en su mente una palabra. Aún había nieve en los abetos, pero el deshielo desprendía ya gotas de sol desde las ramas y una de ellas podía ser la palabra de oro que buscaba el poeta para fabricar un verso hermético mientras ascendía por el monte. Al borde del sendero vio a unos cerdos hozando en el humus con gruñidos preliminares. También había unos perros amaestrados tratando de descubrir el mismo tesoro. Las trufas son hongos en forma de nódulos que viven asociados a determinadas raíces de roble o de encina. Necesitan que el otoño haya sido fecundo en lluvias, como así sucedió esta vez, para revelarse con toda la energía esotérica que ya cautivó a los príncipes provenzales. La especie más apreciada es la trufa violeta y también la negra de invierno, muy perfumada. En medio del bosque el poeta oyó el sonido de un arroyo de aguas nuevas. Ascendiendo junto a su caudal llegó al manantial que estaba creado por una cascada luminosa. Acaban de pasar los grandes fríos de la sierra y el sol había comenzado a mandar. La armonía era tan perfecta esa mañana que el poeta se vio obligado a respirar profundamente para absorber toda la naturaleza por el cero que tenía en el diafragma. Se sentó en una roca a esperar la palabra. La cascada había creado a su vez un remanso de agua sobre el cual caían esquirlas de nieve desde los abetos cruzando la sombra del bosque. La última palabra del verso no llegaba, pero en ese momento un pájaro de color escarlata con la cola blanca quedó detenido en el aire haciendo vibrar las alas abiertas y de esta forma comenzó a cazar esas esquirlas de oro que liberaba el deshielo. Estando el pájaro suspendido en medio del equilibrio de la luz, el poeta oyó que los cerdos gruñían muy excitados y también le llegaban desde abajo los ladridos violentos de los perros. "Acaban de descubrir trufas violetas, que tanto amaban los juglares", pensó el poeta. El pájaro rojo, inmóvil en el aire, bebía gotas de sol. En el humus amasado con hojas podridas unos cerdos de alcurnia y unos perros también insignes habían hallado el tesoro que buscaban. En cambio el poeta no había encontrado la palabra con que trabar la belleza. Sólo cuando el cero de su diafragma le absorbió la armonía que le rodeaba se dio cuenta de que, en lugar de una palabra, había hallado un poema entero bajo la tierra negra.

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