La madurez de un vino
Ser el máximo productor de una denominación de origen tan pequeña como la Bizkaiko Txakolina conlleva un plus de abanderamiento y responsabilidad de calidad que desde Bodega Virgen de Lorea cumplen con creces. Sus 12 años en contacto con el consumidor así lo demuestra. Los responsables de la bodega han sido pioneros en elevar la categoría del txakolí como un vino blanco serio y de calidad.
Cuando apareció en el mercado su Señorío de Otxaran, producto de una selección de uvas y aprovechando el primer prensado de estos frutos, el consumidor se encontró con un vino que rompía los moldes respecto a todos los cánones de elaboración de entonces. Este txakoli fresco, afrutado y con una acidez justa venía a marcar la potencia de nuestra hondarribi zuri para empezar a elaborar vinos acordes con el mercado actual, el local y el internacional.
Sus investigaciones en el mundo del vino también han llevado a la bodega a sacar al mercado un txakoli tinto elaborado con hondarribi beltza. Se trata de un mosto joven donde la variedad se expresa rotunda y vegetal, aunque tardará algún tiempo hasta que este tinto alcance el fervor del público. Y lo mismo con los escarceos en las fermentaciones y envejecimiento de los mostos en barricas, algo a lo que la bodega no renuncia.
Los amantes de los destilados de alta graduación pueden acercarse hasta ese pequeño número de botellas que produce esta bodega, un orujo de 45º elaborado con bagazos de la hondarribi zuri, que está a la altura de los gallegos y cántabros.
Pero lo que sustenta a esta bodega es su Txakoli Aretxaga, la estrella de la casa en cuanto a producción y nombre, que el consumidor a veces confunde con el nombre de la bodega. Un Aretxaga implantado en todas las barras de poteo y en muchos restaurantes. Sigue el perfil de los nuevos txakolis, bien elaborado, con un punto de acidez muy agradable, ideal para tomar de aperitivo y que marida perfecto con las verduras, pescados y mariscos.
