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Helmut Lachenmann | MÚSICA

"Hay que redescubrir el concepto de la música"

Creador solitario, poco amigo de la autopromoción y ajeno al negocio de la música, Helmut Lachenmann (Stuttgart, 1935) ve con sorpresa cómo sus obras ganan cada vez más público en todo el mundo. Hace tres años, estrenó su ópera La cerillera en Hamburgo, y desde entonces, la suerte de esta creación que mezcla la fábula romántica de Andersen con reflexiones de Leonardo da Vinci no cesa. Se ha presentado en Tokyo, París, Viena, Stuttgart y Salzburgo y, cosa rara en un título contemporáneo, no sólo colecciona montajes: la primera grabación de la obra competirá pronto en el mercado con una nueva versión grabada el pasado verano en directo en el Festival de Salzburgo.

A sus 67 años, el músico alemán atraviesa un espléndido momento creativo. Sus últimas obras -en especial Serynade, para piano solista, estrenada en 2000, y La cerillera (Das Mädchen mit Schwefelhölzern)- sorprenden por su impacto emocional y atraen a todo tipo de público, sea o no adepto a las vanguardias. "La música es contemporánea o no lo es, y punto. Nunca me han gustado las etiquetas en música y además no sirven para explicar la respuesta del público. En París y Londres, por ejemplo, se han hecho festivales dedicados a Ligeti y Stockhausen a los que han asistido diez mil personas. Hay más público interesado en la música actual del que se piensa, lo que pasa es que en muchos países falta coraje en los programadores", afirma el compositor durante una entrevista en la que ha sido su casa en Barcelona durante los últimos cuatro meses.

Lachenmann ha impartido dos seminarios en la Escola Superior de Música de Catalunya (Esmuc). En todo ese tiempo no ha concedido entrevistas y ha concentrado sus energías en la enseñanza sin malgastar ni un solo minuto de su tiempo en promocionarse. "He venido a enseñar y aprender con los más jóvenes, no ha promocionar mis obras", explica con una humildad que contrasta con la megalomanía de otros nombres de referencia.

Discípulo de Luigi Nono desde 1958 a 1960, Lachenmann lleva décadas reflexionando sobre la música actual y la del pasado, sobre el valor de componer y el no menos importante de escuchar. "Hay que redescubrir el concepto de la música. Sigo creyendo en la postura de Nono, en el valor del sonido y el silencio como las dos experiencias más importantes de la música, y en la necesidad de crear una cultura mágica del silencio. Como compositor, intento otras formas de redefinir la música, y el silencio es una de ellas, pero no la única".

Frente a la estética exclusivamente ruidista que cultivó en su primera etapa, Lachenmann transita en su madurez por caminos más expresivos en los que las posibilidades tímbricas de los instrumentos, la precisión en la notación y el desarrollo de nuevas técnicas instrumentales abren nuevas perspectivas. "La tarea del compositor no es crear nuevos sonidos, sino nuevas formas de escuchar. Se puede hacer con instrumentos de tan larga tradición como el violín, pero es más dificil".

¿Se puede enseñar a componer? No, responde Lachenmann sin dudar un instante. "Lo único que puedes hacer es provocar a los nuevos compositores, analizar ejemplos y técnicas de composición, y excitar su imaginación. Pero no se puede enseñar a componer. Es un trabajo solitario en el que cada creador debe buscar su propio camino sabiendo que el arte innovador va por caminos diferentes a los gustos del público".

El compositor lamenta que la

gente preste cada vez menos atención a los sonidos cotidianos. "Cuando un perro ladra la gente oye a un perro pero no escucha el sonido del ladrido, no percibe un hecho sonoro. No nos fijamos, por ejemplo, en el sonido que produce un choque de dos automóviles, el frenazo, el impacto de la chapa... Oímos música en todas partes, en el aeropuerto, en el taxi, en los bares. Y ante la inflación de música que soportamos, lo que hace el compositor es excitar el poder de percepción del oyente, invitar a escuchar y reflexionar sobre su postura ante el hecho musical".

En los últimos meses, siete discos con obras de Lachenmann han llegado al mercado español. La mayoría son producciones del sello Kairos, entre ellas La cerillera, grabada en la Ópera de Stuttgart en 2001 bajo la batuta de Lothar Zagrosek, y su más reciente obra pianística, Serynade, en una vertigionosa versión de su mujer, Yukiko Sugawara (el disco se completa con una soberbia interpretación del Allegro sostenuto para piano, clarinete y violonchelo, una de sus piezas más divulgadas.

A su vez, ECM ha lanzado un soberbio monográfico a cargo del Ensemble Modern, dirigido por Peter Eötvos, en el que sorprende la obra Schwankungen am Rand por su fascinante arsenal instrumental y ultima el lanzamiento internacional de la versión de La cerillera grabada en directo en el Festival de Salzburgo con dirección musical de Sylvain Cambreling.

La larga gestación de La cerillera -más que una ópera en el sentido convencional del género, el compositor, que trabajó siete años en su redacción, prefiere hablar de "música con imágenes"- estuvo a punto de tener un desgraciado final cuando llegó a dar por perdido el manuscrito después de que se lo robaran del coche.

Lachenmann asegura que la experiencia vivida tras el robo supera cualquier ficción. "Después de cuatro años de trabajo me robaron todos los esbozos en Génova. Me abrieron el coche y se llevaron todo lo que encontraron, incluido un violín. Estaba tan desesperado que puse un anuncio en los periódicos rogando a los ladrones que, ya que los bocetos de mi ópera no tenían ningún valor para ellos, los devolvieran al consulado. Una semana después los dejaron en el parque del consulado y volvieron a mis manos mojados, en un estado lamentable", recuerda el compositor. "Pocos días después, el personal del consulado encontró un violín y rápidamente me llamaron para que pasara a recogerlo. Me lo llevé a casa y, al abrir el estuche, vi que no era el mío. Así que ahora tengo otro violín", explica entre risas.

Pasado el susto, La cerillera está teniendo una intensa vida escénica en montajes que han sido dirigidos por Achim Freyer, Peter Mussbach y Alfred Kirchner. "Me sorprende el interés que despierta mi ópera, ya que siempre he mantenido una relacción distorsionada con la voz humana y con la ópera". La obra, un encargo para la Ópera de Hamburgo de Peter Ruzicka -sustituto de Gerard Mortier al frente del Festival de Salzburgo-, ha levantado pasiones enfrentadas: unos críticos hablan de obra genial y otros la masacran, pero nadie puede negar que la obra conecta con el público más diverso y excita sus emociones.

En la ópera, Lachenmann agita la percepción creando atmósferas dramáticas para transmitir la angustia de la protagonista del cuento de Andersen: el tratamiento de las voces como objetos sonoros, los inquietantes silencios y las imágenes sonoras plasman la cruda emocion del drama con una intensidad que deja exhausto al espectador. Al decirle que, en España, donde su música se programa rara vez, tiene en Enrique Morente un apasionado defensor -el gran cantaor ha dicho que "es el único compositor contemporáneo al que se le entiende casi todo"- una sonrisa ilumina su cara: "Es el mejor elogio que he recibido".

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