Identidad estética y moral de Esteban Vicente
Fallecido hace un par de años, el 11 de enero de 2001, casi en vísperas de haber cumplido los 98 de edad, muy poco le faltó a Esteban Vicente, nacido en la localidad segoviana de Turégano en 1903 y nacionalizado estadounidense en 1940, para asistir en vida a la celebración de su centenario. Incluso en nuestra época, que tanto ha acrecentado las expectativas de vida, alcanzar tan alta edad es un raro privilegio, pero mucho más si se logra en el estado de fortaleza física y mental con que vivió Esteban Vicente hasta el final. Una vida la suya, por tanto, larga, plena, pero, sobre todo, activa, de valor multiplicado.
En realidad, su trayectoria se divide en dos momentos, cada uno de los cuales poseyeron la suficiente sustancia propia como para formar una historia con completa personalidad: en primer lugar, el de su etapa española, que concluyó con su instalación en 1936 en Estados Unidos, durante la cual Esteban Vicente, generacional y culturalmente vinculado con los miembros de la generación del 27, llegó a formar parte del privilegiado grupo de artistas españoles de vanguardia conocido como miembros de la Escuela de París; en segundo lugar, el de su etapa americana, en la que, ya en plena madurez, se replanteó su pintura y se convirtió en una de las más destacadas figuras históricas del expresionismo abstracto de la Escuela de Nueva York. De esta manera, Esteban Vicente consiguió vivir en directo las dos experiencias más determinantes del arte del siglo XX.
Afortunadamente, tras la transición democrática española, supo plantearse un final feliz para esta fértil y accidentada historia de Esteban Vicente, que no sólo pudo regresar y mostrar su obra en su país natal, sino hacer sendos generosos legados al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, donde tiene una sala permanente, y al Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, de Segovia, inaugurado con la presencia del artista en 1998, y en cuyo jardín están enterradas sus cenizas siguiendo su expreso deseo. Es lógico, por tanto, que sea en este refinado y dinámico museo segoviano donde se haya programado el principal conjunto de actividades conmemorativas del centenario del pintor, entre las que merece la pena destacar tres exposiciones consecutivas en relación con la personalidad, la obra y la trayectoria de Vicente, la primera de las cuales, que estará abierta al público entre el 28 de enero y el 23 de marzo, se titula Zurbarán, Juan Gris, Esteban Vicente. Una tradición española de la modernidad; la segunda, Esteban Vicente y su entorno hasta 1936, se podrá visitar del 10 de abril al 15 de junio, y, por último, la tercera, El expresionismo abstracto americano en las colecciones españolas, tiene previsto inaugurarse por su parte, en el otoño del presente año. Por lo demás, durante el verano, el museo segoviano tiene asimismo previsto exhibir al completo la colección permanente del pintor.
Aunque obviamente aquí sólo tiene sentido comentar, por el momento, algo de la primera de estas tres muestras, no creo que el lector tenga dificultades para adivinar el sentido y el alcance de las tres con el enunciado de sus respectivos títulos, porque la segunda abarca el periodo vanguardista español de Esteban Vicente, vinculado con la Escuela de París, mientras que la tercera rinde homenaje a su etapa americana a través de una selección de lo que hoy hay en el coleccionismo público y privado de nuestro país sobre la Escuela de Nueva York. Pues bien, si estas dos últimas acotan los momentos estelares de su trayectoria artística, la primera, comisariada por Antonio Bonet Correa, director del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, incide de lleno sobre la personalidad creadora de Esteban Vicente, inscribiéndola en la tradición española que mejor cuadra a su sensibilidad y obra, algo que no hace falta forzar porque el propio artista formuló explícitamente sus preferencias al respecto.
Ciertamente, esta exposición no sólo tiene interés para conocer cuáles fueron los gustos y la sensibilidad de Esteban Vicente, sino también la complejidad y riqueza de la escuela española, que no se limita al realismo expresionista, como un tanto folclóricamente se da por sobrentendido. Ahí están los nombres del arquitecto Juan de Herrera, de Zurbarán, de Meléndez, de Juan Gris y, entre otros, del propio Esteban Vicente para demostrarlo; esto es: demostrar que hay, junto a la "veta brava", otro filón español, de carácter más geométrico, cristalino, mineral.
Lo explica muy bien Esteban Vicente y así lo comenta, con rigor y finura, Antonio Bonet en el texto del catálogo de la exposición, en la que, por supuesto, hay una selección espléndida de zurbaranes, grises y vicentes, hilados, casi siempre, con el patrón que concibió el pintor segoviano. Por si fuera poco, esta muestra tiene además el valor de volver a subrayar cómo lo aleatorio en el arte es el ayer y el hoy, porque el arte no es el mismo, pero hace siempre lo mismo, como es el innovar recordando lo lejano o lo próximo.
En todo caso, lo que me pare-
ce patente en la obra de Esteban Vicente, y lo que nos mostrarán estas tres muestras sucesivas del centenario, es su unidad de fondo. Es cierto que, coincidiendo con el nacimiento y desarrollo del expresionismo abstracto, Esteban Vicente se replanteó su forma de entender lo moderno en una línea, yo diría, no sólo abstracta, sino de estructuras y colores, o, si se quiere, de dar cuerpo al color para que luciera más y mejor, porque el color es luz. Este salto fue muy pensado, como la demuestra la preocupación de Vicente por dotarlo de una base conceptual muy sólida y bien articulada. Esto último explica el prestigio de Vicente como profesor de arte en las escuelas americanas de vanguardia más prestigiosas, como la mítica del Black Mountain College, y que, entre sus alumnos, se cuenten figuras tan célebres y antitéticas como Chuck Close o Brice Marden. Celebremos, así, pues, esta conmemoración centenaria de un pintor español que ha vuelto entre nosotros como los más grandes: tras una larga deambulación por la modernidad y el cosmopolitismo. ¿Hay acaso otra forma de manifestar, en nuestro mundo contemporáneo, la belleza moral y estética de la identidad?
Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente. Plazuela de Bellas Artes, s/n. Segovia.
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