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Crítica:TEATRO | 'EL REY LEAR'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La deformación de lo sagrado

De estas dos horas largas me quedo a gusto con la interpretación de Inma Nieto (el bufón del rey Lear) y con el tono de voz de Helio Pedregal, aunque su manera de acentuar con fuerza la primera sílaba de las palabras le deja sin aire para los finales. En lo demás hay más ingenio que arte, más invención propia del director que respeto al texto de Shakespeare, que es tan importante. No creo en las sacralizaciones de los clásicos, aunque a los perfectos conviene traerlos como fueron -y aun creo más en la perfección de Shakespeare que en la de Heyme- para que no se pierdan como se pierde, en éste, la figura de Cordelia como ser humano cuyo nombre puede indicar la cordura en todo este mare mágnum de locos, asesinos, ambiciones y crueles personajes. Sin exceptuar al rey Lear, naturalmente, que desde la primera escena aparece ya como tonto en la elección de sus hijas y en la percepción de su caracteres, y en saber quiénes son los buenos y los malos; y es cruel con un par o tres personas en ese mismo momento. Todo lo demás es la historia de cómo paga esos errores y cómo se va acentuando poco a poco la locura que ya ha mostrado. Locura típica de autócrata. Me parece que ha sido erróneo considerar a Lear como un anciano desgraciado; lo que importa de la obra es la crítica del absolutismo y la meditación sobre la desgracia general que es vivir: desgracia para todos. Es una de las composiciones dramáticas donde hay mas desolación, a veces convertida en ironía y otras en poema trágico; y una virtud de esta representación es que la dicción de todos, unos con más defectos que otros, llega entera, sirve más a la idea que la mera belleza prosódica (bueno, no tan mera).

El rey Lear

De Shakespeare. Traducción de Antonio Fernández Lera. Versión de Hansgünther Heyme y Hans-Dietrich Schmidt. Intérpretes: Helio Pedregal, Daniel Moreno, Jesús Barranco, Luis Bermejo, etcétera. Director: Hansgünther Heyme. Teatro de la Abadía. Madrid.

Heyme la concibe como, efectivamente, un manicomio; y al mismo tiempo como un circo, con lienzos como una tienda, con trajes de zaragata, con salidas de payasos. La música subraya brevemente algunas acciones, también como en el circo, y está dominada por viento y percusión: a mí me gusta. Esos lienzos sirven para todo: como velas cuando hay tormenta, como cielo y tierra. La pista cuadrada está montada sobre una caja de resonancia, en la cual los pasos de zapatos muy elegidos golpean a veces con un cierto ritmo. Hay residuos de expresionismo, los hay de cabaret; incluso los hay del Rey Lear, por quien este autor -de la escuela de Piscator- tiene devoción: en esta misma Abadía le hemos visto un Mercader de Venecia igualmente deformado a su imagen y semejanza.

El público de estreno suele ser casi siempre igual: compañeros que quizá piensen de otra manera que con el fervor con que se expresan, amigos y familiares que creen de buena fe que están ante un espectáculo muy moderno y una compañía excelente. Ah, no es mala esa compañía: se ve, más que a actores individuales -salvo en los casos citados-, una escuela sabia y disciplinada. Bien, entre los bravos y las ovaciones salieron a saludar, y se veía en todos la satisfacción por el trabajo y la vocación que acababan de demostrar.

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