Mundos opuestos
Las piezas cuasi minimalistas de Manuel Patinha y el mundo exuberante que crea Paco Pestana en sus exposiciones han coincidido esta vez en un mismo espacio. El público tiene así la oportunidad de conocer al mismo tiempo dos concepciones de la escultura muy distintas, cuyo único punto en común sea tal vez la capacidad para emocionar. Uno la busca a través de la severidad y el otro mediante un barroquismo absoluto.
Las últimas obras de Patinha, afincado en Galicia desde hace casi 30 años, son piezas de acero de apariencia fría, pero que reflejan emociones interiores del artista y necesitan la participación del espectador para alcanzar un significado pleno. El artista portugués se distingue por la utilización de grandes tubos de acero que son devueltos a una apariencia orgánica. Así ocurre en Nenúfar celular, una pieza en la que se estudia la relación entre la escultura y el espacio en el que se ubica.
MANUEL PATINHA Y PACO PESTANA
Auditorio de Galicia. Avenida del Burgo das Nacións, s/n Santiago de Compostela Hasta el 9 de febrero
Este interés por el espacio es una constante en Patinha y vuelve a revelarse especialmente cuando sitúa piezas de acero sobre espejos, con lo que consigue completar el espacio real con otro totalmente ilusorio. Precisamente ese espacio que no existe es el que más interesa al escultor en sus enlaces, obras que repiten un elemento mínimo que puede combinarse de múltiples formas. La disposición en la que se presenta no es más que una de las infinitas posibilidades existentes. Además de las esculturas se exponen dibujos combinados con fotografías en las que el artista se libera del ascetismo y muestra un gran dominio de las oportunidades cromáticas que ofrecen las tintas chinas.
Frente a la sobriedad de Patinha, el universo creado por Paco Pestana está lleno de color y calidez. El artista gallego utiliza fundamentalmente la madera e incorpora a su escultura la misma ironía y humorismo que también caracterizan a su poesía. De hecho, se considera un poeta que esculpe y sus piezas coinciden plenamente con las imágenes visionarias y la pasión que despiden sus versos.
Como es habitual en su trayectoria, Pestana se apodera de las salas en las que expone y las colma de seres y objetos que están a medio camino entre la realidad y la ficción y contienen una fuerte carga simbólica. La naturaleza, la religión, lo rural, lo urbano y lo tribal aparecen entremezclados en una obra que cuestiona los valores culturales asentados y rezuma una fuerte sensación de libertad.
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