Duelo de ritmos
La fiesta de los verdiales reúne a miles de malagueños en torno a una música revalorizada en los últimos años
La venta de San Cayetano, en Málaga, era ayer un hervidero. Los aparcamientos improvisados entre los olivos estaban a rebosar y miles de personas deambulaban en torno a las pandas de verdiales; una música autóctona de la provincia, de fuerte huella campestre y cuyas raíces se pierden en las épocas romana y fenicia.
Con tanto ambiente, costaba creer que antes de los sesenta este ritmo alegre y monótono fuera considerado como una "fiesta de tontos" por los capitalinos. Cuentan los expertos que a principios de siglo, las pandas bajaban de los montes a la ciudad tocando de cortijada en cortijada. Así, a veces durante una semana.
Las cosas han cambiado y desde hace varios años los verdiales se han revalorizado como expresión del folclore popular. Ayer, en la 41 edición no cabía ni un alfiler. Una osada madre con un niño de apenas unas semanas intentaba abrirse paso entre la multitud. "Que este es fiestero", decía. El crío dormía ajeno a dos pandas que entraban al concurso y se saludaban estruendosamente a golpe de platillo y pandero.
Un andalucista -que se preciaba de no saber nada de jazz pero mucho de verdiales- explicaba la diferencia entre los tres estilos de esta expresión musical: Los Montes, Almogía y Comares. La clave está en afinar el oído y prestar atención al golpeteo de los platillos. Aunque parezcan lo mismo, unos ritmos son machacones y otros más acompasados.
A Pedro Pinazo, un verdialero recién retirado, le parece que el estilo montes es el más agradable. Aunque a continuación reconoce: "Esto es como un partido político o un equipo de fútbol. Hay rivalidades y a cada uno el suyo le parece el mejor". Pero el duelo musical forma parte de la fiesta. Las pandas tienen que competir hasta que una, agotada, desista.
Además de las 21 pandas participantes en el concurso -que se repartieron 11.000 euros en premios- había muchas otras fuera de competición; como la infantil de Álora, una muestra de que la tradición no se pierde.
Los hombres, como debe ser, iban ataviados con sombreros cuajados de flores, cintas de colores y espejos. Algunas mujeres escondían sus trajes debajo de una chaqueta porque el tiempo estaba algo desapacible.
En general, las pandas agradecían el apoyo institucional que han recibido los verdiales en las últimas décadas y que ha permitido que se fortalezcan como expresión cultural. De hecho, esta fiesta se celebra el 28 de diciembre de forma ininterrumpida desde 1961. Sin embargo, un músico joven exigía un jurado especializado: "Esto se ha convertido en un acontencimiento cultural muy importante, porque es lo mismo que si yo fuera jurado en un concierto de ópera". Después se arrancaba: "De los cantes malagueños/ para buscar la raíz/ de los cantes malagueños/ a los montes hay que subir/ vivir con los lagareños/ y comprender su sentir".
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